por ComputerHoy
24 de junio de 2025
Le preguntamos a una inteligencia artificial cómo sería una hipotética Tercera Guerra Mundial y su respuesta no incluyó tanques cruzando fronteras ni batallas en tierra firme, sino una escalada rápida, tecnológica y silenciosa que afectaría a todos los rincones del planeta.
Cabe señalar que no hizo falta mucho para que el escenario resultase inquietante, ya que aunque España no iniciaría el conflicto ni lo protagonizaría, su posición estratégica la convertiría en una pieza vulnerable dentro de la guerra.
La IA planteó un conflicto que poco tiene que ver con la memoria histórica de las guerras mundiales del siglo XX. Nada de trincheras, desembarcos ni ejércitos interminables en combate frontal. Esta vez, el centro de gravedad estaría en internet, orbitando satélites militares, coordinado por algoritmos y ejecutado con armas hipersónicas capaces de atravesar continentes en minutos.
La inteligencia artificial se encargaría de gestionar flotas autónomas, neutralizar defensas, ejecutar sabotajes invisibles o anular comunicaciones antes de que un ser humano tuviera tiempo de reaccionar. En ese escenario, el conflicto nacería con alta precisión, pero también con consecuencias difíciles de medir.
De acuerdo con ChatGPT, las zonas vitales serían las habituales, como el mar de China Meridional, Europa del Este, el estrecho de Taiwán. Pero las ondas expansivas alcanzarían mucho más allá, arrastrando consigo a países que, como España, no tendrían margen para permanecer afuera.
España, entre los riesgos sin estar en el conflicto mundial
Es importante mencionar que España no provocaría el conflicto, ni tendría poder para detenerlo, pero difícilmente podría evitar sus consecuencias. Su pertenencia a la OTAN garantiza que, si uno de los países aliados es atacado, la respuesta conjunta incluiría automáticamente a las fuerzas españolas.
Las bases de Rota y Morón, utilizadas por Estados Unidos y otras fuerzas aliadas, la sitúan en el mapa militar desde el primer minuto. En un contexto de guerra tecnológica, basta con ser un punto clave de apoyo logístico para convertirse en objetivo legítimo de un ataque.
Aunque no se dispare una sola bala desde territorio español, la respuesta enemiga podría incluirla sin contemplaciones. Pero el verdadero riesgo está en las debilidades internas que, en un conflicto de nueva generación, son tan importantes como el número de soldados o el tamaño de la flota aérea.
España carece de un sistema robusto de defensa antimisiles. Su infraestructura —desde centrales eléctricas hasta redes de telecomunicaciones— no está preparada para resistir ciberataques masivos, por lo que la dependencia de tecnología extranjera la deja expuesta a bloqueos y cortes.
Además, un entorno de guerra, donde la desinformación circula a la misma velocidad que los misiles, podría generar caos interno. Protestas orquestadas, campañas de manipulación o ataques coordinados al sistema financiero pondrían a prueba la estabilidad política y social del país sin necesidad de intervención militar directa.
Impacto económico y social a gran escala
Algunos expertos, así como la propia IA, advierten que las guerras modernas no destruyen ciudades primero, sino sistemas. Una caída en el suministro eléctrico, una interrupción en la cadena logística o una fuga masiva de capitales pueden tener efectos igual de devastadores que un bombardeo.
En este escenario, España podría sufrir cortes prolongados de energía, colapsos en su sistema bancario, parálisis en el transporte y una crisis generalizada de confianza institucional. Al final, la población sentiría el conflicto aunque las bombas estallasen lejos.
De esta manera, habría incertidumbre, miedo, pánico social, presión migratoria, así como una fuerte polarización. La guerra no se libraría solo entre ejércitos, sino también entre narrativas, percepciones y algoritmos que alteran decisiones clave en segundos.
La gran incógnita en este tipo de conflicto es como respondería Europa. ¿Actuaría con unidad real o surgirían grietas entre los distintos intereses nacionales? En esa hipótesis, España estaría obligada a moverse junto al bloque occidental, pero sin liderar la dirección ni controlar el ritmo.
Su dependencia tecnológica y militar la limitaría en su capacidad de maniobra, por lo que asumiría compromisos sin poder imponer condiciones. Al final, actuaría como aliada, pero lo haría desde una posición de vulnerabilidad.
Cabe destacar que la inteligencia artificial no predice el futuro, pero analiza patrones. Si los actuales se mantienen, la Tercera Guerra Mundial no se parecerá en nada a lo que has estudiado en los libros. Además, España, lejos de ser un actor pasivo, estaría en el punto de mira sin estar realmente preparada.
El chatbot de OpenAI afirma que la guerra moderna no comenzará con un misil, sino con un fallo eléctrico, una red colapsada o una información falsa. Lo preocupante no es que la IA lo imagine, sino que cada vez resulte más plausible.
Conoce cómo trabajamos en ComputerHoy.
Etiquetas: Inteligencia artificial