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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

La historia de Lota, un territorio emblemático, marcado por más de 100 años de auge gracias al carbón, se transformó en un centro industrial impulsado por la familia Cousiño. El apogeo económico trajo riqueza, desarrollo urbano y social, pero también condiciones laborales precarias que desencadenaron una huelga en 1920. El cierre de las minas en 1997 dejó a miles de trabajadores desamparados, con una reconversión fallida y una dependencia generacional de subsidios. A pesar de su valioso patrimonio, Lota enfrenta desafíos de desarrollo socioeconómico. La postulación como patrimonio de la UNESCO podría impulsar su reactivación.

Fueron más de 100 años de auge y prosperidad centrados en el llamado “oro negro” de la época, que transformó a un pequeño caserío de rústicos ranchos en un imponente centro industrial y económico para el país.

Situado en un área costera, a 38 kilómetros al sur de Concepción en la región del Biobío, se encontraba un territorio llamado Lota. Ahí surge la irrupción de la familia Cousiño, comenzando con Matías, un empresario que llegó a esta localidad e impulsó la extracción del carbón a gran escala, siendo un combustible esencial para las máquinas a vapor de ferrocarriles y barcos.

Los años dorados: el apogeo económico de la comuna de Lota

Desde el año 1852 la extracción del carbón desde las entrañas de la tierra trajo un incremento exponencial de riqueza, desarrollo industrial, fuerza laboral y crecimiento urbano en ese entonces impensado para este pequeño territorio.

Se edificaron inmuebles al estilo europeo, muelles de fierro para embarcar el carbón, instalación de acopio del mineral, la primera central hidroeléctrica del país e incluso un hospital, todo para entregar múltiples servicios a los cientos de obreros que se encargaban de extraer toneladas de carbón para abastecer la demanda de combustible en la industria y el transporte.

Juan Torres, encargado de Patrimonio de la histórica Fundación Cepas de Lota apuntó al primer hito relevante en ese apogeo. “Con la presencia de Matías Cousiño, su inversión, la mano de obra especializada y posteriormente el impulso de doña Isidora Goyenechea, ccomenzaron a elevar la calidad y producción del carbón y este desarrollo industrial apareció en los mercados nacionales e internacionales, como Argentina y Perú”.

Fue en 1863 cuando la cantidad de obreros ya alcanzaba los 600 trabajadores, con una extracción de más de 200 toneladas diarias; entonces, Lota tenía una población total de 500 habitantes. Sin embargo, este nivel de producción evidenció condiciones marcadas por la precariedad, jornadas laborales extenuantes, múltiples riesgos de accidentes, enfermedades y malos tratos.

“Este apogeo comienza a enfrentar la cuestión social por las deplorables condiciones laborales de sus trabajadores. Es ahí donde se desata una huelga grande en 1920 que hace cambiar la historia hasta nuestros días. Que deja marcado un hito que conocemos hoy en día, como lo es el turno de 8 horas. El no pago en fichas del salario generó que la empresa comenzara a ceder terreno y dar más garantías a los obreros por las huelgas de aquellos años”, explicó el investigador y fundador del museo Raíces y Loza y Cerámica nacional, Jorge Isla.

Una herida imborrable: El cierre de la mina y una reconversión fallida

Fue el 16 de abril de 1997 cuando sonó por última vez el pito del Pique Carlos en Lota. Un sonido que retumbó en el interior de los mineros y sus familias que solo sabían vivir en torno a este oscuro y tan valioso mineral. Era un grito a voces, los números no daban, ya era insostenible, la empresa Nacional del Carbón (ENACAR) debió iniciar el cierre definitivo de sus yacimientos y los miedos de los más de 6 mil trabajadores se convirtieron en realidad.

“Cuando sonó la última sirena, el sentido de vacío y oscuridad llenó a la gente. Para los mineros y sus familias significó como si se les acabará el mundo. Terminaba su historia. Fue un golpe tan fuerte a nivel psicológico, social y cultural que no estaban preparados para resistir. Aunque lo intentaron, no pudieron levantarse” manifestó el representante de la fundación patrimonial, Juan Torres.

El cierre de las minas, trajo consigo el llamado “Plan de reconversión”. El Estado buscaba nuevas alternativas de empleo para los mineros y la exploración de nuevos oficios. Sin embargo, según los académicos, su implementación tuvo serias deficiencias, tales como falta de preparación previa al cierre, dependencia de subsidios para las familias en inconvenientes en generar fuentes de empleo estables en el tiempo.

“No hubo una reconvención real. Empezaron a crear peluqueros, panaderos, a tratar de educarlos en otras áreas, pero las promesas se fueron desvaneciendo. Los trabajadores estaban impregnados con el trabajo de la mina y el Estado no realizó un verdadero seguimiento, un proceso a largo plazo, solo quedó en un intento de reconvención, que terminó siendo un fracaso”, sentenció el investigador de la historia de Lota, Jorge Isla.

Herencia de asistencialismo

La fallida reconversión que prometieron generó múltiples problemáticas que hasta el día de hoy estancan el desarrollo social y esconden una mentalidad de dependencia generacional hacia los subsidios estatales.

“Hay que recordar que todas las viviendas de los trabajadores de la minería pertenecían a la empresa. No había dinero circulante, era un sistema de fichas. Si uno de ellos fallecía el hijo desde los 9 años debía asumir para no perder el cupo en la Compañía, es decir, los responsables de la cultura de asistencialismo en Lota fueron las propias empresas, porque mantenían atrapado a los trabajadores, sus familias y generaciones”, sostuvo Isla.

Esperanza y abandono: La riqueza patrimonial de Lota

A más de 28 años del cierre de la mina, Lota cuenta con 13 monumentos nacionales, que la posiciona -en relación a superficie y densidad poblacional- como la zona con mayor cantidad de bienes patrimoniales a nivel país: Chiflón del Diablo, Fuerte de Lota, Parque de Lota, Sector Chambeque (ruinas de Enacar), Fuerte de Colcura, Pabellón 83, Desayuno escolar, Gota de leche, Torre Centenario, Sindicato industrial minero de Lota, Central hidroeléctrica de Chivilingo, Archivo Enacar y la Zona típica que corresponde al casco industrial, desde plaza Carrera hasta el sector de Fundición.

Llama la atención que, ante tanta riqueza patrimonial acumulada en un solo territorio, esta herencia invaluable aún no haya generado las dinámicas de desarrollo y el progreso económico y social que se han registrado en otras comunas de Chile.

El historiador Jorge Isla manifiesta que “los gobiernos locales han estado al debe y la ley de monumentos está obsoleta. Además, cuando las minas se cierran en Lota, se hace cargo la fundación Chile, después la Corporación Baldomero Lillo que se declaró en quiebra, después la Fundación ProCultura y todos sabemos los escándalos de corrupción. Son fundaciones que del 97 en adelante han lucrado con los lugares patrimoniales y han dejado en el pueblo de Lota muy pocos de esos recursos”.

En medio de las complejidades que rodean a la administración del circuito turístico y sus monumentos, el año 2021 las autoridades y organizaciones culturales postularon a Lota oficialmente como patrimonio de la humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

El camino hacia la declaración de la UNESCO posicionaría a Lota a nivel mundial e impulsaría su desarrollo turístico, comercial y social. Sin embargo, pese al esfuerzo de las organizaciones sociales, aunque parezca increíble, aún existen monumentos nacionales deteriorados y en completo abandono.

“El carbón es negro, pero alumbra”

El verso “El carbón es negro, pero alumbra”, fue un poema escrito por Mario Cabrera de 45 años y que recibió mención honrosa en el concurso ciudadano Concepción en 100 palabras del año 2014. Una frase que los jueces del certamen destacaron por su simpleza, pero también por su profundidad, que esconde y sintetiza en pocas palabras una historia con destellos y sombras de la comuna del carbón.

Para Juan Torres, de la fundación Cepas, las oportunidades de crecimiento y los ejes de desarrollo son “el turismo y la cultura; el emprendimiento y el apoyo de grandes empresas; la voluntad política de gobiernos comunales y regionales; como también una estrategia estatal que rescate el valor histórico e implemente las condiciones adecuadas para su resurgimiento”.

Una luz aún se observa desde el interior de sus cerros y por las calles de la ciudad. Es su gente, que a pesar de todo no se rinde; de su patrimonio que, aunque se cae a pedazos, resiste. Un faro que alumbra y mantiene la esperanza, de que algún día los lotinos tengan una comuna que pueda convertirse otra vez en un territorio relevante y atractivo a nivel nacional.