por ElDia
7 de junio de 2025
En Tres Arroyos, un hombre asesinó a puñaladas a su pareja, ahogó a sus dos niños en una zanja y se arrojó debajo de un camión. Los detalles de otra matanza familiar que recuerda a la de Villa Crespo, hace apenas dos semanas.
Lo que parecía otro miércoles tranquilo en la zona de Tres Arroyos, Buenos Aires, terminó con una escena de horror irreparable: un hombre mató de una puñalada a su esposa en la casa, ahogó a sus dos hijos en una zanja y se tiró debajo de un camión para quitarse la vida. Es la segunda masacre familiar registrada en Argentina en apenas dos semanas y hay un factor que se repite: la salud mental.
Fernando Dellarciprete tenía 40 años. Era camionero y trabajaba por su cuenta. Vivía con Rocío Villarreal (34), su pareja desde hace más de una década, y sus dos hijos: Tiziano, de 8 años, y Francesco, de apenas 4.
La mañana del 4 de junio, según la reconstrucción judicial, asesinó con un arma blanca a Rocío en el interior de su hogar en calle Larrea al 100. Luego, se subió a su Renault Duster, pasó a buscar a sus dos pequeños por la escuela y los cargó rumbo a la ruta 228, camino a San Cayetano.
Lo que siguió fue una espiral de desesperación y violencia. De acuerdo al relato de los testigos, Dellarciprete recorrió unos diez kilómetros e intentó despistar el vehículo sobre la banquina. No lo logró. Tampoco pudo chocar con una motocicleta. Entonces, el femicida se lanzó con su camioneta directo a una zanja, donde ahogó a sus hijos Tiziano y Francesco.
Sumando tres crímenes al hilo, el hombre se metió después en un campo, pidió agua y también un arma a uno de los vecinos. Quería volarse la cabeza. Como lo echaron, retornó a pie a la ruta y esperó a un camión Mercedes Benz para poner fin a su vida. Ante un transportista sin tiempo de frenar, Fernando Dellarciprete murió en el acto aplastado por las ruedas.
Horas después, familiares de Rocío llegaron a la casa porque no podían contactarla. Forzaron la entrada y se encontraron con lo peor: el cuerpo sin vida de la mujer, madre de los dos chicos, con signos evidentes de ataque. El puñal, una herida letal en el cuello y el cuerpo ensangrentado que seguía tibio.
Por su parte, las autopsias confirmaron que los niños fallecieron por asfixia por inmersión, sin signos de defensa, es decir, que no mostraron resistencia al momento del hecho. Dos víctimas inocentes del frenesí de su papá.
UN TRATAMIENTO PSIQUIÁTRICO ABANDONADO Y UN PERFIL LUMINOSO EN REDES SOCIALES
Según informó el diario local Ecos, Fernando Dellarciprete había trabajado en una conocida maltería de Tres Arroyos, pero la pasó mal con el entorno y se alejó en malos términos de la empresa. Después empezó con su camión a desempeñarse como su transportista, lo que derivó en problemas de salud mental.
Vecinos hablaron de licencias psiquiátricas que alejaron al hombre de su anterior empleo y que “andaba raro”. De hecho, según las fuentes cercanas al homicida, cuando comenzó a tomar medicación psiquiátrica, él y su familia notaron que se dormía manejando en la ruta. Es lo que habría desencadenado la decisión de abandonar el tratamiento, pese a lo indicado por los profesionales.
Lo cierto es que en redes sociales, especialmente en Facebook, Fernando mostraba otra cara: la de un padre orgulloso, fanático del cuatriciclo y los deportes al aire libre. Hasta llegó a subir una caricatura animada de su familia creada con inteligencia artificial al estilo de Ghibli.
Respecto a su pareja, Rocío Villarreal, se supo que había trabajado en la municipalidad local. Después se dedicó a los masajes y a la venta de sahumerios. La fiscal Natalia Ramos, al frente de la investigación, aclaró que no había denuncias por violencia de género ni conflictos abiertos.
A esta altura, hay aristas en común con la masacre familiar en el barrio porteño de Villa Crespo, acontecida el 22 de mayo pasado. Fue el caso de una mujer, Laura Leguizamón, quien ultimó de varias puñaladas a su esposo Adrián Seltzer y a sus dos hijos de 12 y 15 años. Al rato se quitó la vida, a cuchilladas en el cuello y los brazos.
La madre del clan selló la escabrosa escena con una carta con frases inconexas como “Fue mucho, los amo, lo siento”, “Todo muy perverso”, “Íbamos a la calle” y “Les arruinaba la vida”. Al igual que el asesino de Tres Arroyos, Leguizamón atravesaba un tratamiento psiquiátrico, en su caso como consecuencia de una esquizofrenia y un cuadro de depresión.