por La Tercera
7 de junio de 2025
Durante 14 horas, los músicos de Queens of the Stone Age miraron a la muerte a la cara. Literalmente. Fue durante un día de julio de 2024. Bajaron los 131 escalones que llevan hasta las Catacumbas de París, el osario subterráneo más grande del mundo. Una intrincada red de túneles desplegados a los largo de 300 metros, que han servido de cementerio para más de seis millones de cuerpos. Sus paredes, están montadas sobre huesos y calaveras, lo que le da un aspecto peculiar. Al bajar, uno puede mirar los muertos.
Levantadas en el siglo XVIII bajo la Plaine de Montrouge, en las antiguas canteras de Tombe-Issoire, que datan de la época romana, las catacumbas se pensaron como una solución. La ciudad no daba abasto para sepultar a los muertos. Por entonces se recurría a las fosas comunes o simplemente, se apilaban cadáveres en donde hubiera algún terreno, con el consiguiente riesgo de propagación de enfermedades.
Así, el arqueólogo Alexander Lenoir propuso al ayuntamiento recurrir a los antiguos túneles. En principio, no había una disposición establecida para los cuerpos, pero el inspector general de canteras, Hericart de Thury, decidió apilar los huesos y las calaveras. Así surgió su peculiar aspecto. Los muertos pasaron a sostener el lugar donde antaño, los vivos arrancaban las piedras.

Durante años, el sitio sirvió de refugio. Hasta allí llegaban los que huían de persecuciones, en los agitados días de la Revolución Francesa, e incluso le proporcionó un lugar a los activistas de la resistencia, durante los días de la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. En sus paredes, además de huesos, se pueden encontrar placas e inscripciones en latín. Algo así como los graffitis de otra época.
El lugar despertó el interés de Queens of the Stone Age. El grupo estadounidense, que habitualmente se presenta en festivales y teatros, también se ha animado a tocar en sitios poco comunes. Como si buscaran que sus pesados riffs sonaran como el eco de un tiempo lejano. Una idea que se les gatilló desde la legendaria experiencia de Pink Floyd, en las ruinas de Pompeya. “Yo diría que eso fue una inspiración para todos nosotros -dice a Culto el guitarrista Troy van Leeuwen-. Fue una inspiración en cuanto a tocar en diferentes lugares del mundo que son más extraños”.
Fue en el 2007, cuando casi hicieron honor a su nombre. Descendieron 700 metros bajo tierra, para tocar en una mina de sal, en Sonderhausen, Alemania. Los vieron 300 personas, vestidas con el casco minero reglamentario. En 2023, repitieron la experiencia, esta vez, llevando su poderoso sonido de directo al Théâtre Antique de Fourvière, en Lyon, un antiguo anfiteatro romano.
“Con nuestra banda tenemos la suerte de poder viajar por todo el mundo para actuar -cuenta Van Leeuwen-. Y la mayor parte de ello, es en formato rock and roll, con mucho ruido, grandes luces intermitentes y cosas así. Por eso, últimamente hemos estado intentando tocar en locales diferentes, con ambientaciones distintas. Hace casi dos años tocamos en un anfiteatro en Lyon. Fue muy interesante. Pero, aun así, era una banda de rock la que actuaba. Llevábamos mucho tiempo buscando hacer algo que sobre el papel, pareciera increíble. Como: «Vamos a intentar tocar en las Catacumbas». Pero la realidad es que se necesita mucho tiempo para organizar este tipo de eventos”.
Así llegaron hasta las Catacumbas de París. Un desafío mayor, porque el lugar no tiene corriente eléctrica. Ello los obligaba a repensar el repertorio y adaptarlo a un sonido acústico. En otras palabras, era como hacer un show Unplugged, pero rodeados de muertos. Era precisamente lo que buscaban.
“Enseguida nos dimos cuenta de que tenía que ser una actuación muy acústica, porque allí no hay electricidad -explica Van Leeuwen-. Teníamos una batería de automóvil para nuestro piano Wurlitzer, y eso era todo. Así que fue una yuxtaposición interesante, porque todo el mundo nos conoce como una banda de rock, pero tenemos un lado vulnerable que poca gente conoce. Así que cuando nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo y realmente llevarlo a cabo, preparamos algo muy rápido”.

La banda llegó a la ciudad muy encima de la fecha y se hicieron pocos ensayos. “Solo un par, para ver cómo íbamos a trabajar con los músicos de cuerdas. Pero nunca se sabe lo que va a pasar en una producción con tantos elementos en movimiento”, dice el guitarrista.
Además de tocar, se decidió registrar la experiencia en un documental, Alive in the Catacombs, producido por Blogothèque y dirigido por Thomas Rames. La ambientación, entre huesos y calaveras, le daba un aire misterioso al grupo y se podía aprovechar. En la primera escena, el cantante Josh Homme, yace en una lápida de piedra. Mientras se levanta, como resucitado por la música, comienza a cantar Running Joke. Una sorpresa para los fans. Se trata de una canción que fue publicada como un bonus track en el álbum Era Vulgaris (2007) y casi no la tocan en sus shows.
Ese es el eje del set que QOTSA tocó en las Catacumbas. Incluyeron temas menos populares de su discografía, como Kalopsia (de Like Clockwork, 20013), Villains of Circumstance (de Villains, 2017), Suture Up Your Future (de Era Vulgaris, 2007) y I never came (de Lullabies to paralyze, 2005) . “Elegimos canciones que se mueven en ese ámbito de la melancolía y la vulnerabilidad. Y realmente encajaba con el entorno, porque básicamente estás mirando a la muerte a la cara por todas partes allí abajo. Para nosotros, era obvio que teníamos que hacer estas canciones más melódicas y melancólicas”, explica Van Leeuwen.

Antes de bajar a lo profundo, decidieron no incluir canciones más habituales en sus shows, como No One Knows o Go with the flow. “Simplemente pensamos que, como las tocamos todas las noches, no encajaban en la mentalidad de Villains of Circumstance, que es literalmente una canción sobre echar mucho de menos a tu familia cuando estás de gira y lo triste que puede llegar a ser. Y algo como Running Joke, que es una cara B que nadie ha escuchado mucho. Decidimos hacer un popurrí con esa y Paper Machete, que es una gran canción de rock, pero parecía que fluían bien juntas. Así que todo esto son experimentos. Estás presenciando experimentos”.
Rodeados por huesos y calaveras, los músicos probaron varios experimentos. De partida, Josh Homme decidió solo cantar. “Él no quería tocar la guitarra. Así que soy el único que toca la guitarra, y ni siquiera en todas las canciones -explica Van Leeuwen-. Creo que es algo que le gustaría hacer más. Tiene una voz increíble para cantar baladas y además es un guitarrista fantástico. Creo que en este momento, en la etapa en la que nos encontramos en nuestras vidas y en nuestra banda, simplemente le encanta cantar. Y no hay nada de malo en ello”.
Asimismo, sumaron un trío de cuerdas y al momento de tocar Suture up your future, Troy se sienta para tocar un teclado. “Solo queríamos reimaginar algunas de estas canciones y eliminar toda la percusión y las guitarras potentes para centrarnos en algunas de las partes más suaves de la música, que son más vulnerables y melancólicas”, explica el músico.

Eso sí, en las Catacumbas no tuvieron mayor problema para mantener la afinación de los instrumentos acústicos, pese a los 14° de temperatura habitual. “No parecía que eso fuera a ser un problema, sobre todo porque no estábamos tocando muy fuerte. No era tan húmedo. Uno pensaría que habría más reverberación, pero creo que los huesos eran un material muy absorbente. Así que es bastante…no quiero hacer un juego de palabras, pero sonaba muerto”.
La afinación no fue un problema. En realidad, a Van Leeuwen hubo otra cosa que le llamó la atención del lugar. “No me gustó mucho el olor. Es decir, no hay mucha ventilación y básicamente estás inhalando el polvo de tanta gente muerta. No creo que recomendaría estar allí mucho tiempo. Sí recomendaría la visita guiada. Pero, sí, también hicimos entrevistas y cosas así allí abajo y básicamente no tienes nada que decir. Miras lo que hay detrás de tí ¿quién era esa persona? Sin duda, es una experiencia que te cambia la vida”.
-¿Qué impresión te dejó grabar en ese lugar rodeado de huesos y calaveras?
Cuando la gente lleva anillos con calaveras, cuando la gente habla de que utilizan esa estética para su estilo, a mí nunca me ha gustado mucho eso. Pero cuando te encuentras frente a seis millones de calaveras y los huesos de todas esas personas, realmente cambia tu perspectiva, porque ya no es solo una calavera, sino que era una persona, una persona que tuvo una vida y una familia. Para mí, eso me cambió un poco, me hizo pensar que no vas a salir vivo de ahí. Saldré de las catacumbas, pero la vida es corta. Y eso es lo que aprendí de estar allí abajo.
-Troy ¿tienen planes de venir a Sudamérica con el grupo?
Bueno, siempre quiero ir a Sudamérica. Hace tiempo que no voy. Sé que tenemos intención de ir, pero aún no he visto ningún plan concreto, pero sí, nos encanta ese lugar. Quiero decir, hace tiempo que no vamos. Creo que la última vez fue para hacer Villains con los Foo Fighters. Ha pasado bastante tiempo. Así que ya es hora de volver, sin duda.
La película misma de la presentación, Alive in the Catacombs, y el documental de la trastienda, Alive in Paris and Before, se pueden adquirir en el sitio web de la banda.