por La Tercera
26 de mayo de 2025
Cuenta Marco Jaramillo, especialista en game studies, que los historiadores suelen decir que el paso del tiempo permite adquirir perspectiva sobre la importancia histórica de un fenómeno.
A 45 años de la creación de Pac-Man en Japón, el también historiador y docente de Diseño de Juegos Digitales de la UNAB, piensa que es un buen momento para pensar en su impacto cultural en el mundo y en Chile.
Pac-Man: una lectura desde chile en su aniversario número 45
Creado en 1980 por Toru Iwatani, Pac-Man surgió con una intención contracultural. En una escena de arcades japonesa dominada por videojuegos de disparos y guerras espaciales, donde la mayoría de los jugadores eran hombres que competían por alcanzar los puntajes más altos, Iwatani propuso un cambio: reemplazar el acto de disparar por el de comer.
A eso sumó una estética kawaii, popular en Japón durante los años setenta y ochenta, y diseñó personajes como los adorables fantasmas Blinky, Pinky, Inky y Clyde. Con esos elementos buscó diversificar el público de los salones recreativos, atrayendo a mujeres y parejas.
El cambio fue significativo, aunque sutil. Pac-Man reemplazó los disparos por la mecánica de comer... y comerse a los fantasmas que lo persiguen.
Sigue siendo un juego centrado en el conflicto y mantiene la lógica del high score como medida de habilidad. No se trata de una ruptura con la ideología dominante del diseño de videojuegos de la época, sino de una reconfiguración más amable. Aun así, bastó para atraer a un público más amplio y transformarse en el juego de arcade más popular de todos los tiempos.

Pac-Man fue también el primer personaje nacido en un videojuego que logró proyectarse más allá de la pantalla, tanto en Japón como en el resto del mundo.
Su universo se expandió a través de series animadas que añadieron tramas y motivaciones más allá del laberinto, incluyendo versiones más oscuras como Secret Level, estrenada en 2024.
Su presencia también creció por otros medios: juguetes, ropa, mercancías de todo tipo e incluso canciones como Pac-Man Fever, donde el dúo Buckner & Garcia relataba, en 1982, las emociones de jugarlo.
Pac-Man en Chile
En Chile, Pac-Man también ha dejado huella. Desde los años ochenta fue un juego obligado en las salas de arcade, con su característico “guaca, guaca, guaca” como parte del paisaje sonoro en ciudades, barrios y balnearios.
A pesar del declive de estos espacios, todavía aparece en lugares como el Happyland del Plaza Vespucio, los Entretenimientos Diana o los locales de Patio Games en el litoral central.
Su figura evoca una memoria compartida entre generaciones: desde quienes lo jugaron en arcades hasta quienes lo conocieron en Pac-Man World para PlayStation.
Esa vigencia se refuerza con su presencia en productos como tazones, poleras, llaveros o ropa interior, disponibles desde supermercados hasta la Feria Friki.

Esa permanencia no es menor. A 45 años de su creación, Pac-Man sigue siendo una muestra del soft power japonés: una influencia que no impone, pero logra instalarse simbólicamente en la vida cotidiana, incluso en lugares como Chile.
Mientras figuras como Condorito siguen siendo percibidas como entrañables pero locales, Pac-Man proyecta un aura de universalidad.