por IGN España
8 de junio de 2025

AVISO: Este artículo contiene spoilers de la temporada 15 de Doctor Who.
Con la última temporada de Doctor Who ya finiquitada, podemos echar la vista atrás y examinar la totalidad de la era del Decimoquinto Doctor. Y no, no has leído mal. El tiempo de Ncuti Gatwa como el Doctor ha terminado oficialmente. A pesar de los comentarios anteriores de Gatwa, que indicaban que tenía la intención de continuar durante una tercera temporada, el final de la temporada 15, La relalidad de la guerra, terminó con el Decimoquinto Doctor de Gatwa regenerándose en nada menos que Billie Piper, más conocida por los fans de la franquicia como Rose Tyler, la primera compañera de la era moderna. Fue un momento impactante para los espectadores, pero quizá no de la forma que pretendía el equipo de producción de la serie.
Aunque todavía no está del todo claro si Piper interpreta realmente al Decimosexto Doctor, el hecho de que los créditos finales no se refieran a Piper como 'El Doctor' de acuerdo con la convención ha levan tado muchas cejas, la revelación ha aterrizado con un ruido sordo para la crítica y el público. En su review del final, Robert Anderson, de IGN, dijo que la aparición de Piper es un "botón de pausa lanzado apresuradamente mientras el futuro de Doctor Who se reorganiza silenciosamente". Pero también habla de cómo la serie puso fin al mandato de Gatwa mucho antes de tiempo, en lo que parece ser una respuesta instintiva a la reacción del fandom. Veamos por qué Doctor Who renunció al Decimoquinto Doctor demasiado pronto.
Perdido en el espacio y el tiempo
Decir que los últimos años de Doctor Who han sido una montaña rusa, sería quedarse corto. La llegada de Chris Chibnall como tercer showrunner de la era moderna (después de Steven Moffat) provocó una división de opiniones seguido por una controversia total, a pesar de los mejores esfuerzos de la actriz del Decimotercer Doctor, Jodie Whittaker. Russell T. Davies, quien lanzó la era moderna, fue contratado para volver al papel de showrunner después de Chibnall, y Ncuti Gatwa fue anunciado como sucesor de Whittaker, sólo para que Trece se regenerara en otra encarnación interpretada por David Tennant. Tres especiales y una bi-generación cuestionable, y finalmente, recibimos al Decimoquinto Doctor, sólo para que su período en la serie se encontrase con una recepción mixta por parte de los fans, algunos de los cuales sintieron que la nueva era no estaba a la altura del primer mandato de Davies.
Las opiniones respecto a la temporada 14 varían, pero por lo menos, para mí, fue la vuelta a la tortilla que la serie había necesitado desesperadamente durante años. La visión de Gatwa sobre el Doctor y su dinámica con su compañera Ruby Sunday condujeron a una serie de episodios muy sólidos, que culminaron de forma espectacular con el regreso de Sutekh, uno de los mayores enemigos del Doctor de todos los tiempos. Lamentablemente, esta nueva chispa creativa de la serie se agotó rápidamente en la temporada 15, que es, en gran medida, una colección de aventuras mal concebidas que carecen de sentido o enfoque alguno. Esto es bastante extraño, ya que la temporada tiene dos líneas principales muy marcadas: el Doctor intenta llevar a su nueva compañera Belinda Chandra de vuelta a una Tierra, no sabiendo si está destruida, y la misteriosa identidad del personaje recurrente, la señora Flood.
Tristemente, ya se ha desvanecido esa chispa que tenía la temporada 15.
Los dos acaban estando conectados, siendo la señora Flood una encarnación de la villana clásica de Doctor Who, Rani, que está detrás de la destrucción de la Tierra. Sin embargo, aunque estas subtramas están presentes a lo largo de toda la temporada, el desenlace no parece tener una base lo suficientemente sólida. La Rani está pobremente definida a nivel personaje y es derrotada tan rápido que resulta completamente ineficaz. Introducir a otro antagonista clásico como Omega también fue mala idea, ya que apenas tiene tiempo en pantalla y no se parece en nada a su versión original. Todo en la historia final, dividida en dos partes, tiene un mal resultado, con cada elemento apresurado o deslucido, lo que da lugar a un revoltijo de ideas sin un punto de referencia claro. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a la regeneración, que carece de la gravedad que un momento supuestamente tan importante debería tener.
Una regeneración muy apresurada
Tal como está, “La Guerra de la Realidad” no se siente como una historia de regeneración. Aunque los riesgos son suficientemente altos con la Rani amenazando todo el planeta, el episodio cambia de enfoque en la segunda mitad para centrarse en el Doctor intentando salvar a Poppy, la hija del Doctor y Belinda que fue deseada a la existencia como efecto secundario del plan de la Rani. Dejando a un lado lo extraño de una conexión familiar entre el Doctor y Belinda (aunque al final resulte ser falsa), poner tanto peso narrativo sobre Poppy fracasa porque el público no ha pasado suficiente tiempo con ella como para preocuparse por su destino. Poppy es una abstracción, algo por lo que la historia asume que nos preocupamos simplemente porque es una niña. Así que el Doctor altera la realidad para salvarla, a costa de su propia vida.
Este cambio en el enfoque del episodio hace que el final parezca dos episodios en uno. Los villanos son derrotados de forma ridículamente rápida para dejar espacio a una excusa para que el Doctor se regenere. Teniendo en cuenta los comentarios previos de Gatwa insinuando una tercera temporada, parece que partes de “La Guerra de la Realidad” se regrabaron para acomodar la regeneración. Simplemente no hay suficiente desarrollo previo, y lo que parecía ser la historia del Doctor intentando arreglar la vida de Belinda durante toda la temporada llevándola a casa se deja de lado en el último segundo para centrarse en el intento del Doctor de rescatar a Poppy. Belinda apenas tiene presencia en el final, con toda su motivación y personalidad transformadas en una devoción absoluta por Poppy, hasta el punto de que el Doctor altera la realidad con la energía de su regeneración para convertir a Poppy en su hija biológica.
La regeneración no se siente motivada ni dentro ni fuera de la historia. Es forzada como recurso narrativo, pero también resulta desagradable como decisión de producción. Ncuti Gatwa, el primer actor de color en interpretar al Doctor como protagonista principal de la serie, también es el primero desde Christopher Eccleston en no recibir al menos tres temporadas. Además, estas son temporadas más cortas, con ocho episodios y un especial cada una, lo que significa que el paso de Gatwa por la serie se reduce a tan solo 18 episodios. Que lo saquen tan rápido y lo reemplacen por una mujer blanca rubia que ya ha tenido una presencia extensa en la serie parecería casi cómico si no fuera también tan cínico desde el punto de vista de la imagen que proyecta. Si Billie Piper es efectivamente nuestra Decimosexta Doctora, entonces la serie no solo está recurriendo a una nostalgia al estilo de lo que está haciendo Disney con Star Wars, sino que también está metiéndose en aguas éticamente turbias.
Con cariño a Piper, esto no tiene sentido.
Digo esto con todo el cariño por Billie Piper y su trabajo como Rose Tyler: su tiempo en Doctor Who debería haberse quedado en el pasado. Rose es un gran personaje, pero tuvo un final bastante definitivo en el episodio final de la segunda temporada, “Doomsday” (“El día del Juicio Final”). Su separación forzada del Doctor y su llegada a una realidad alternativa donde su padre está vivo pero no puede estar con su verdadero amor fue trágica y emotiva en todos los sentidos. Sigue siendo uno de los mejores finales de temporada que ha hecho la serie. Sin embargo, Rose ha regresado varias veces a lo largo de los años: con apariciones recurrentes en la cuarta temporada que culminaron en que recibiera como “premio de consolación” al Doctor del Meta-Crisis, interpretó a El Momento en “El Día del Doctor”, y ahora podría ser la Decimosexta Doctora.
Sinceramente, es demasiado. Cada aparición posterior de Rose después de “El día del Juicio Final” diluye el impacto de ese episodio, todo por intentar complacer a los fans. Y en un momento en que el fandom está profundamente dividido con respecto a esta segunda era de Davies como showrunner, traer de vuelta a Piper parece como pulsar un botón de emergencia. Davies ya estaba entrando en un terreno cuestionable con el regreso de David Tennant como el Decimocuarto Doctor, aunque eso se suavizó bastante al dar finalmente a su Doctor y a Donna Noble el final feliz que merecían en “La risa” tras la insatisfactoria conclusión de su historia en “El fin del viaje”. Traer de vuelta a Piper es un intento claro de recuperar el cariño que el público tenía por la primera etapa de Davies, en lugar de construir algo nuevo que las audiencias actuales puedan amar de esta nueva era.
El regreso de Piper es un claro intento de recuperar el amor que el público sintió por la primera etapa de Davies, en lugar de construir algo que pueda gustar al nuevo público.
Ncuti Gatwa fue un Doctor excelente. Tanto él como Jodie Whittaker ofrecieron grandes interpretaciones que elevaron algunos de los guiones más flojos que les tocó interpretar, lo que hizo que su escena juntos en “La Guerra de la Realidad” fuera una auténtica delicia de ver. También sirve como recordatorio de que no había ninguna buena razón para no intentar seguir adelante y darle a Gatwa una tercera temporada sólida para que pudiera despedirse por todo lo alto. Incluso con todas las oportunidades perdidas esta temporada (como la idea abandonada de Belinda como acompañante reticente, el regreso de Rani y Omega, el escaso uso de Ruby Sunday y el hecho de que el Decimoquinto Doctor nunca se enfrentara a los Daleks), Davies y compañía deberían haberse mantenido firmes.
En su lugar, nuestro próximo Doctor (salvo un giro radical) parece ser un eco vacío de un gran personaje de hace décadas. Es la cristalización de la crisis existencial en la que la serie lleva inmersa desde la era Moffat, que se sintió como la última vez que Doctor Who sabía lo que quería ser. El futuro de Doctor Who siempre debería ser un camino nuevo y emocionante. En cambio, esto se siente como si hubieran tirado la toalla.