por 3DJuegos
25 de junio de 2025
Pocos lugares se han vuelto más trascendentales durante los últimos días que el estrecho de Ormuz. La guerra entre Irán e Israel, con la colaboración de los bombarderos de EEUU, han conseguido que el mundo entero ponga los ojos en lo que hoy es un lugar estratégico crucial por el comercio de petróleo y gas natural que marca los precios de la gasolina y la energía en buena parte del mundo. En una época en la que aún no nos preocupábamos por eso, hace 400 años, era igual de importante.
Por aquél entonces a la isla de Ormuz que da nombre al estrecho se le conocía como la joya del Golfo Pérsico. Desde allí se controlaban no sólo las flotas que pasaban por el lugar portando caballos árabes, perlas de Baréin y sedas orientales. La zona también servía como aduana que, en forma de impuestos y aranceles, hizo que creciera un dicho de lo más revelador: "el mundo es un anillo y Ormuz es su piedra preciosa". Una joya que, tal y como ocurre ahora, todos querían controlar.
Cuando Ormuz se controlaba desde Aranjuez
Aunque fueron los portugueses los que se hicieron con el control de Ormuz en 1515, la posterior Unión Ibérica entre la corona de España y Portugal hizo que allá que terminase bajo el control de los Austria. En 1622, mientras Felipe IV reinaba a medio camino entre el Real Alcázar de Madrid y el Palacio Real de Aranjuez, la joya de Ormuz se sumió en una profunda crisis.
La fortaleza de Ormuz, controlada por 500 soldados pagados por lo que generaba la aduana, y varias embarcaciones que vigilaban el estrecho y aseguraban el control de la zona, generaba el suficiente flujo de riquezas como para que su protección no sólo se sirviese de la vía militar, sino también de la diplomática. Para asegurar su estabilidad, se permitió la existencia de un "rey local" que, a cambio de su lealtad, cobraba una porción de los impuestos generados.
Permitiendo la coexistencia y circulación de distintas comunidades religiosas, aquel punto estratégico resultaba clave para los persas, que aprovechando las inestabilidades de la región acudieron a España para pactar en contra de los otomanos. Por aquel entonces el Imperio español estaba demasiado preocupado por el resto de frentes abiertos que tenía sobre la mesa en Europa y más allá del Atlántico, así que como condición para aquella alianza puso sobre la mesa que los persas rompieran sus tratos con los ingleses.
Ante la negativa inicial, Persia acudió a Inglaterra en busca de ayuda, donde el control de las Indias Orientales resultaba mucho más jugoso. Tras firmar un tratado de colaboración, los persas aportarían infantería y se harían cargo de los costes logísticos de la operación. Por su parte, Inglaterra entregaría naves de guerra y, como pago, se compartiría entre ambos el botín resultante y los aranceles de Ormuz
Una lección de estrategia y psicología militar
La clave del ataque de persas e ingleses no estaría en Ormuz, sino en la vecina isla de Qeshm, donde los pozos de otra fortaleza portuguesa servían como fuente de agua a las tropas y ciudades de la región. Tras un asalto con cinco buques de guerra y cuatro pinazas, el castillo no tardó en caer y la vía de agua potable de Ormuz quedó en manos de los asaltantes. A partir de ahí, la clave estaba en ver hasta dónde podían aguantar.
En febrero de 1622 los ingleses hundieron los barcos portugueses y anclaron frente a la isla para que nada pudiera entrar o salir de Ormuz. Mientras los ataques de artillería iban haciendo mella en las murallas, desembarcos escalonados fueron abriendo brechas en la fortificación hasta que la psicología hizo el resto: sin agua que beber ni pólvora con la que defenderse, en mayo de ese mismo año Ormuz caía en manos de los persas mientras los ingleses se frotaban las manos.
Desde España, con la vista puesta en la Guerra de los Treinta Años, la preocupación por lo que ocurría en el Caribe dejaba a Ormuz en un segundo plano. Si la guerra se libraba al otro lado del globo, lo que hacía falta en el Golfo Pérsico era diplomacia, así que mantener una buena relación con Persia parecía más recomendable como aliados para intentar frenar al Imperio Otomano.
Con todo, la caída de Ormuz fue una mezcla de factores que iba más allá de la potencia militar. Los factores culturales y políticos se sumaron a una época en la que elegir qué batallas librar resultaba imprescindible incluso para los mayores imperios. Tal y como ocurre a día de hoy, el estrecho de Ormuz sigue siendo una joya estratégica crucial, pero lo que implica su control no es un tesoro que todos quieran poseer.
Imagen | OpenAI
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La noticia
Hubo una época en la que el estrecho de Ormuz se controlaba desde Aranjuez. De la noche a la mañana persas e ingleses lo convirtieron en una trampa
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Rubén Márquez
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