por Espinof
24 de junio de 2025
El futuro para las salas de cine no se presenta demasiado halagüeño
Hace bien poco se ha publicado un estudio que señala que más del 50% de los ejecutivos del mundo de la exhibición cinematográfica reconoce que creen que le quedan menos de 20 años al modelo de estrenar películas en cines como un negocio viable. Ahí es cierto que los hábitos de consumo cambiaron tras la pandemia de coronavirus y que nunca ha terminado de recuperarse por completo, pero muchas veces me da más la sensación de que están matándolas que muriéndose.
Ahí sería fácil centrar las culpas en un colectivo concreto, pero creo que todos los implicados están aportando su granito de arena para devaluar la experiencia cinematográfica hasta tal punto que cada vez sea más habitual leer a gente decir que ver las películas en su casa les ofrece casi lo mismo o incluso algo mejor. Por mi parte, creo que nada es comparable al ideal de verlo en pantalla, pero es que ese ideal ya directamente no existe o es muy difícil de conseguir.
¿Cómo se ha llegado a una situación así? No es tan fácil como decir que todo saltó por los aires tras la pandemia, porque tanto los que hacen las películas como los que las exhiben y también los que las vemos lo hemos ido alimentando y parece que simplemente no hay nadie que quiera hacer los cambios necesarios para revertir la situación. Como diría Jack el destripador, vayamos por partes.
Los que hacen las películas

No tendríamos películas para ver sin compañías que las hagan, donde es evidente que la motivación de un beneficio económico pesa por encima de todo lo demás en la abrumadora mayoría de los casos. Nadie invierte dinero para perderlo, pero a veces uno se plantea expectativas poco realistas que lo cambian todo. En este caso el auge de las plataformas de streaming ha creado un desequilibrio muy grave.
No seré yo el que me meta con la comodidad que ofrecen estos servicios, pero lo que tampoco voy a aceptar es la idea de que ha servido para democratizar más el acceso a las películas. La realidad es que lo ha devaluado hasta el punto de ver una película en cines cada vez tiene menos de especial. Ya sea porque no pocas se estrenan de forma directa en plataformas o porque los tiempos de espera son directamente ridículos.
Algo que sucedió durante la pandemia es que las compañías no querían palmar dinero a espuertas por lo que o bien decidieron estrenar películas de forma simultánea en salas y plataformas, directamente en streaming o vendieron los derechos de ciertos títulos a estos servicios. La rueda no podía parar, pero eso sirvió para crear una costumbre en muchos espectadores de que bien podían esperarse a verlas ahí, ahorrándose el supuesto alto coste de verlas en cines -ahí siempre me ha resultado curioso que muchos incluyan el precio de comprar palomitas y refresco en la sala dentro del coste-.
La cuestión es que jamás había pasado menos tiempo desde el estreno en cines y poder ver las películas en casa. Ya no es solamente que tarden muy poco en llegar en streaming, es que antes también llegan muy rápido al mercado digital, permitiendo así que quien quiera pase por caja, pero también poniendo así disponible el título en cuestión a través de servicios de descarga alegales.

Todo eso lleva a que cada vez sea más habitual leer que para qué voy a ver una película en cines si en cuestión de semanas la tengo disponible en streaming. Eso antes podía ser más una excepción y cada vez va camino más de convertirse en la norma. Si es que las principales cadenas de cine andan ahora negociando para conseguir un exclusividad asegurada de 45 días, pero tampoco creo que eso vaya a ser suficiente.
La clave está en que un estreno en cines ha dejado de ser un acontecimiento salvo en el caso títulos muy concretos, e incluso ahí entra en escena que puedan ser tan caros que va a ser imposible rentabilizar la inversión. Bien reciente tenemos el caso de 'Misión Imposible: Sentencia final', cuyo descomunal presupuesto -la cifra oscila entre los 300 y los 400 millones según la fuente- hace que los 540 millones que suma ya en salas sea a todas luces insuficiente.
El auge del streaming no solamente ha provocado un daño casi mortal al mercado físico -el propio Matt Damon señaló que también ha sido el culpable de la práctica desaparición de los títulos de presupuesto medio-, también se ha dejado notar de forma seria en la asistencia a los cines. Se veía como el futuro y a la hora de la verdad parece que Netflix es la única que realmente se está beneficiando de ello. Bueno, y quizá también Sony, la única major con suficiente cabeza para ganar dinero vendiendo los derechos de sus películas en vez de gastar barbaridades de dinero en su propia plataforma.
Los que exhiben las películas

Cuando uno pasa por taquilla para ver una película en cines, lo que quiere no es una proyección mejorable que refuerce la idea de que no merece demasiado la pena. Hay que cuidar la calidad de la proyección para realmente exprimir a fondo el concepto de experiencia cinematográfica, pero muchos cines han rebajado el umbral de exigencia hasta límites ridículos para intentar conseguir así una mayor rentabilidad.
Eso se ha traducido en que no hay suficiente personal y los que estén tengan que hacer tantas funciones que sea imposible mimar la más importante de todas y que así el espectador salga satisfecho. La película será mejor o peor, pero realmente ha sido una experiencia inmersiva y no algo que desaprovecha sus posibilidad visuales y sonoras.
Ahí soy consciente de la cada vez mayor presencia de salas premium, donde el coste se dispara con la promesa de conseguir algo mejor a cambio. El primer problema ahí suele ser que el coste se dispara tanto que deja fuera a un importante grupo de espectadores, porque a veces da la sensación de que solamente es posible llevar a cabo una renovación profunda de las instalaciones para ello. Lo de hacerlo para volver a ser un cine de los de toda la vida o simplemente una multisala como las de hace 20 años ya no entra sus planes.
Ahora muchas salas de cine son un negocio como quien tuviera una tienda de ropa. Eso no es necesariamente malo, pero aquí hace falta una pasión que se contagie al público y eso se está perdiendo a marchas agigantadas.
Los que vemos las películas

Por supuesto que nosotros también tenemos una parte de culpa en devaluar la experiencia cinematográfica y que muchos rara vez vayan ya al cine. El primer problema grave es lo maleducadas que algunas personas llegan a ser, destrozando así el visionado al resto al comportarse como si estuvieran en el sofá de su casa. Es algo que viene de largo, pero que cada vez va a más.
Todavía recuerdo el desastre que fue ver 'Smile' durante la fiesta del cine, pero es que incluso me he encontrado con una persona tirándose toda la película jugando a un videojuego. Y encima fue durante un pase de prensa -el de 'Memorias de un caracol', mi película favorita de lo que vamos de año-, donde algo así debería ser sencillamente imposible. La falta de educación ya llega a todas partes.
Es cierto que no ayuda lo que comentaba antes de reducir la presencia del personal hasta el punto de que sea inviable esperar hacer algún tipo de control para expulsar a esos espectadores. Bueno, en casos tan extremos como lo que sucedió con 'Una película de Minecraft' quizá sí, pero lo habitual es que si te toca alguien así, te vas a tener que fastidiar.
¿Qué sucede así? Que algunos de los primeros en cansarse son los espectadores fieles que iban a menudo al cine por todo lo que les ofrecía. Y esa es una pérdida irreparable que al principio puede que se note poco, pero a largo plazo puede ser devastadora. Porque apostarlo todo a los grandes eventos puntuales, equiparando casi ir al cine a un concierto, puede hacerte tener beneficios a corto plazo, pero luego no esperes que ese público al que has expulsado vuelva durante las semanas en las que no se ha estrenado nada con tanto tirón.
Mal futuro

Todo eso ha creado un caldo de cultivo perfecto para que la crisis de los cines se haya convertido en algo crónico. ¿Hay alguna forma de solucionarlo? Por supuesto, pero todos tendrían que poner de su parte y cambiar de actitud -los ejecutivos volviendo a hacer especial los estrenos en cines, las salas invirtiendo para mejorar la experiencia cinematográfica y los espectadores dejando de comportarse como personas no funcionales-, pero ahora mismo solamente me imagino la cosa yendo a peor.
Imágenes: Wikimedia
En Espinof | Creo que ir al cine solo para ver el nuevo blockbuster de turno nos está perjudicando como espectadores
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La noticia
Las salas de cine no se están muriendo, las están matando. Y nadie quiere hacer los cambios necesarios para salvarlas
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Espinof
por
Mikel Zorrilla
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