por elmostrador
24 de junio de 2025
Una emprendedora chilena desarrolló Full Life, la primera silla de asistencia sexual fabricada en Chile, pensada para personas con movilidad reducida. El dispositivo busca restituir el derecho a una vida íntima plena, derribando tabúes y promoviendo la inclusión.
El deseo, la necesidad de afecto y el derecho a la intimidad no desaparecen con una lesión, un accidente o una condición física. Sin embargo, aún persiste la idea errónea de que estos aspectos no forman parte de la vida. En respuesta a esta problemática, nace una innovadora solución: Full Life, la primera silla de asistencia sexual desarrollada y fabricada en Chile, pensada específicamente para personas con movilidad reducida.
La iniciativa fue creada por la emprendedora chilena Fernanda Arenas, quien decidió actuar tras una experiencia reveladora con un amigo que le pidió importar un producto que le ayudara a mantener relaciones sexuales. “Cuando lo vi, pensé ‘¡qué buena idea!’, pero también supe que podíamos crear algo mucho mejor, más digno y funcional. Ahí comenzó todo”, comenta Arenas.
Tecnología al servicio de la inclusión
Diseñada en colaboración con personas en situación de discapacidad, Full Life está hecha completamente de acero certificado, es resistente y cuenta con soporte técnico local. Pero su valor no se limita a lo funcional: este dispositivo busca habilitar el deseo, devolver la autonomía y resignificar el cuerpo desde la intimidad y el placer.
En un país donde más del 16% de la población presenta algún tipo de discapacidad —según cifras del Segundo Estudio Nacional de Discapacidad (ENDISC)—, esta innovación abre una conversación urgente sobre el derecho al placer y a una vida sexual activa, incluso en contextos donde históricamente ha sido negada o invisibilizada.

Crédito: Japi Jane
A pesar de su impacto positivo, la recepción no ha estado libre de críticas. “Nos han aplaudido, pero también nos han llamado pervertidos”, dice su creadora. “La sexualidad sigue siendo un tabú cuando hablamos de discapacidad. Pero eso es precisamente lo que queremos cambiar”, afirma.
Historias de usuarios que han vuelto a conectarse con su pareja, a mirarse con orgullo o incluso a experimentar por primera vez una relación íntima, reflejan el impacto profundo de este invento. El dispositivo también está siendo incorporado en espacios terapéuticos y clínicas, como herramienta para abrir nuevos caminos en la salud sexual y emocional.
Un testimonio que marcó el camino de Full Life fue el de un hombre mayor que, en una feria de inclusión, se acercó a Fernanda Arenas con una pregunta directa: “¿Por qué no existía esto en mi juventud?”. Su historia revelaba una vida entera marcada por la idea de que no era suficiente para entregarle a otra persona lo que merecía. Para muchos, la silla representa una restitución simbólica y real de derechos postergados.
Proyección futura
Con una versión XL en desarrollo y planes de expansión hacia nuevos mercados, el equipo detrás de Full Life sigue con una misión clara: democratizar el acceso al placer como un derecho humano básico.
“Cuando negamos la sexualidad, estamos negando mucho más que el placer: estamos negando identidad, autoestima y humanidad. La silla no impone intimidad, la habilita. No reemplaza el deseo, lo habilita”, concluye Arenas.
En un mundo que avanza hacia la equidad, la inclusión también debe tocar el ámbito más íntimo de las personas. Y esta silla, nacida en Chile, parece estar abriendo esa puerta que durante tanto tiempo permaneció cerrada.