por La Tercera
3 de julio de 2025
Para 1969, The Doors ya se había ganado un nombre como una de las bandas de rock más importantes de la escena, amén de su disco homónimo, de 1967, el Strange Days (1967) y Waiting For The Sun (1968). Por ello, no fue raro que recibieran invitaciones para tocar fuera de sus fronteras.
En 1968, el grupo agendó una mini gira por Europa, que los llevó a Londres y Amsterdam. Al año siguiente, 1969, el destino del grupo fue México, donde fueron contratados para presentarse a lo mero macho: cinco presentaciones en la Plaza de Toros de México, con capacidad para 40.000 personas. Todo como parte de la gira internacional de presentación de su recién salido álbum, The Soft Parade.
Si bien, este disco era algo más flojo que los anteriores (y con mayor participación de guitarrista Robby Krieger en la canciones), lo cierto es que una presentación de The Doors en México no dejaba de ser un acontecimiento. A diferencia de lo que ocurre en estos días, a fines de los 60 pocas bandas anglo se presentaban en Latinoamérica. Menos en su momento más rutilante. El circuito se limitaba solo a ambos lados del Atlántico norte. A lo más, algún país del Asia Pacífico como Japón.

Pero si los fanáticos de los Doors vibraron con la noticia del show, lo cierto es que a las altas autoridades mexicanas no les hizo ninguna gracia. El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz se había caracterizado por su tinte autoritario: reprimió los movimientos de sindicatos independientes y agricultores, además de ordenar la persecución de los grupos opositores (fue la llamada “Guerra sucia”), especialmente de los estudiantiles, que en 1968 se levantaron en protestas contra su gestión.
En ese sentido, fue su administración la que estuvo detrás de la tristemente célebre Matanza de Tlatelolco, de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, donde se masacró a un grupo de entre 300 a 400 jóvenes activistas. Ese ambiente enrarecido fue el que recibió al grupo.

Por supuesto, el gobierno de Díaz Ordaz no quedó indiferente ante los recitales. Sabían que una concentración masiva de jóvenes podría ser utilizada para protestar, y sobre todo, consideraban al grupo -y a Jim Morrison en particular-, como “subversivos”. Por eso, sencillamente las presentaciones se prohibieron. Para ello, según indicó el periodista Jerry Hopkins, de Rolling Stone, el gobierno utilizó el ardid de la burocracia, porque nunca pudieron completarse las firmas para otorgar el permiso oficial a los organizadores.
Así, la banda llegó al país. Y dada la cancelación de sus presentaciones masivas, los hermanos Castro -también músicos- decidieron hacer algo y salvar en parte el impasse. Ficharon al conjunto para cuatro presentaciones, del 27 al 30 de junio en su propio boliche, un local conocido como Forum, ubicado en la Ciudad de México.

El problema del Forum es que no llegaba el público de la banda. Era un local caro, exclusivo, pensado para eventos de gala, de esos de traje, corbata, perfumes y vestidos de noche. Ahí finalmente debieron presentarse los Doors. Esto no impedía que tras las tocatas el cuarteto escapara para disfrutar de la noche de Ciudad de Mexico en un local llamado Terraza Casino. En el lugar, tocaba el músico Javier Bátiz y su banda.
“Morrison llegaba después de su show, a la 1 o 1.30 de la mañana, se iba caminando dos o tres cuadras, por todo Insurgentes –los dos lugares estaban en la misma avenida–, para verme tocar. El se ponía muy borrachito y yo tocaba“, recordó Bátiz con Infobae.
En total, el grupo estuvo cinco días en el país, y tuvieron un guía turístico de lujo: nada menos que Alfredo Díaz Ordaz, el hijo menor del presidente, quien estuvo con ellos y los condujo a lugares como la zona arqueológica de Teotihuacán, el mercado de La Lagunilla y la emblemática Plaza Garibaldi, donde se reúnen los mariachis.

Dos años después, el 3 de julio de 1971, Jim Morrison falleció en extrañas circunstancias en París, Francia. Tuvieron que pasar 50 años para que The Doors, ahora con Ray Manzarek al frente, volviera al país en 2009. En aquella oportunidad, el tecladista recordó los hechos de 1969 con el periódico Mileno.
“Las autoridades tenían miedo de que los jóvenes se reunieran en la plaza de toros, pensaban que iba a haber una revolución, pero la única revolución que los Doors podían generar era de amor, inteligencia y pasión”.