por IGN España
8 de junio de 2025

Mucho ha llovido desde que la vieja Rebel Act Studios lanzara en PC su primer Blade: The Edge of Darkness con la ayuda de Codemasters. Con cuatro personajes a elegir y el acento puesto en el combate, Blade nos presentaba una potentísima aventura en la que el machaque de botones daba paso a la necesidad de planificar la estrategia en cada enfrentamiento. Todo ello dependiendo de las habilidades de nuestro guerrero o guerrera. Con 14 escenarios por explorar y un gusto especial por ponerle las cosas difíciles al jugador, Blade consiguió conquistar al gran público con una propuesta que, en su momento, resultaba original y refrescante. Ahora le ha tocado el turno a Blades of Fire, y tras semanas jugando sin descanso, su sabor a vieja escuela modernizada con mecánicas muy bien pensadas lo ha convertido en mi obsesión de finales de primavera.
Forja tu camino a la victoria
Blades of Fire nos pone en la piel de un herrero misterioso que, con la ayuda de un joven erudito y uno de los siete martillos legendarios que forjaron el mundo, debe enfrentarse a un único objetivo: Matar a la reina Nerea. Nuestro herrero es un guerrero experimentado en combate con todo tipo de armas, pero cuenta con un serio problema: la reina Nerea ha invocado un hechizo que destruye el acero, lo que hace que sólo sus esbirros puedan portar armas que no se conviertan en polvo. Por suerte el martillo legendario no está sólo de adorno: es capaz de rescatar el alma del acero de las armas rotas de los enemigos y crear potentes aleaciones con las que forjar armas muy poderosas en la Fragua de los Dioses, un lugar al que accedemos a través de ciertos yunques místicos desperdigados por el escenario.

Mercury Steam nos sitúa en medio de un enorme escenario abierto y nos invita a cumplir nuestro objetivo: matar a la reina, con muy pocas herramientas y mucho por aprender. Sin un camino claro, con apenas un plano para construir un martillo y la ayuda de una espada a la que le queda poco para romperse, la odisea está servida. Tendremos que investigar las armas enemigas derrotándolos, conseguir fragmentos con los que forjar mejores lingotes y obtener recursos que aumenten su desempeño en combate, durabilidad y manejo. Por si esto fuera poco, la forja se convierte en un minijuego en el que tendremos que amartillar el hierro para obtener la mejor calidad. A más estrellas, más veces podremos reparar el arma, algo que será crucial una vez avancemos en la aventura.
La magia de la vieja escuela
Sobre el tablero y obviando las diferencias que dan 24 años de distancia, Blades of Fire es muy parecido a Blade: The Edge of Darkness. Un enemigo malo malísimo al que derrotar, varias formas de combate, enfrentamientos en los que cada golpe y esquiva cuenta, y una brutalidad deliciosa de miembros volando y sangre por todos lados que demuestra que Mercury Steam no busca hacer amigos con su obra. En la práctica, Blades of Fire es, en el combate, el sucesor más digno del juego de Rebel Act Studios. Los combates tienen algo que consigue atraparte desde el primer golpe y mantenerte atado a la silla y al mando por mucho que las cosas se tuerzan. Parámetros como tipos de daño, penetración, peso, durabilidad y coste de esquiva son mucho más que números, y el comportamiento de nuestro herrero en combate cambia drásticamente según el arma o armas que porte.

Si en Blade teníamos a cuatro personajes a elegir, cada uno con sus puntos fuertes y flaquezas, en Blades of Fire tenemos armas que modifican la velocidad, el daño y la agilidad de nuestro herrero. Esto consigue mantener la coherencia de la historia sin restar variedad a la propuesta, que nos obligará a contar con varios tipos de arma y dominar todas las técnicas de combate con cada una de ellas para poder adaptarnos a cada tipo de enemigo que aparezca en pantalla. Aprender, mejorar y volver al combate se convierte en la tónica de Blades of Fire, pero lo hace desde un prisma más cercano al del juego de toda la vida que al de un souls. Mercury Steam no quiere ofrecernos un souls, sino un juego visceral que bebe de un producto propio anterior a la entrada de Miyazaki en FromSoftware, y es en este reclamar su gran trabajo de 2001 a través de un juego actual donde Blades of Fire mantiene todo su valor.
Si los parecidos razonables en combate con su primer Blade son más que obvios, en la exploración marcan la misma pauta, aunque igualmente modernizada. Blades of Fire huye de iconos en pantalla, caminos pasilleros y rutas marcadas, ofreciendo a cambio una forma de exploración que ya hizo estragos en 2001. Perdernos, buscar pasadizos, dar mil vueltas por una zona que ya conocemos al dedillo, volver a perdernos, encontrar un pequeño hueco o una cuerda que nos pasó desapercibida y a través de esta acceder a una nueva zona enorme en la que volveremos a perdernos es la fórmula que nos propone Blades of Fire, y es una fórmula maravillosa gracias a muchos añadidos que, ahora sí, se alejan de lo visto en The Edge of Darkness para introducir todas esas nuevas mecánicas muy bien pensadas de las que os hablaba más arriba.

Una vieja escuela modernizada
Todo esto de perdernos y volver a perdernos puede parecer un martirio, sobre todo para analistas con prisas, pero Mercury Steam se lo ha currado para hacer que la tónica funcione, y de lujo. En primer lugar tenemos la forma de evolucionar de nuestro personaje, que lejos de contar con niveles y experiencia, depende de dos elementos para mejorar su rendimiento en batalla. Por un lado tenemos unas gemas fracturadas en cuatro que, una vez unidos todos sus fragmentos, subirán un poco nuestra barra de salud o de energía. Estas gemas están en el interior de unos cofres generalmente muy bien escondidos que nos animarán a explorar a fondo el terreno para poder hacernos con ellos y estar más preparados para el próximo gran combate.
El otro elemento que mejora a nuestro personaje son las propias armas, que deberemos forjar por nosotros mismos en un videojuego que al principio es una pesadilla y al poco le cogeremos el gusto. Sin embargo, conseguir estas armas no será tan sencillo como ir a la forja y ya. En primer lugar tendremos que investigarlas derrotando a enemigos que las porten, lo que nos permitirá conseguir sus planos una vez concluyamos su investigación. Una vez nos hayamos hecho con los planos, tendremos que forjarlas y buscar ciertas estatuas para enseñarles nuestra arma forjada y que nos den más opciones a la hora de forjar una nueva: hoja de diferente forma, mango más pesado, varios tipos de pomo, mayor longitud y alcance... Todo esto modificará los parámetros de nuestra nueva arma, a lo que se une la aparición de nuevas aleaciones y recursos con los que forjar lingotes más potentes y duraderos con los que dar forma a las mejores hojas que puedas templar.

Por si esto no fuera suficiente para animarnos a patearnos el escenario a fondo, Blades of Fire incluye un elemento más que me ha parecido una auténtica locura: la presencia de nuestro compañero. El joven erudito no es sólo un chaval para hacer relleno, sino que estará atento a nuestros enemigos, comentará la situación, tomará notas del combate y realizará diversos estudios de la zona en la que estemos. Esto se traduce en una completa enciclopedia que el joven irá escribiendo y dibujando según avancemos y profundicemos en la aventura. Una enciclopedia que nos ayudará a encontrar el camino hacia la reina y que incluye un jugoso bestiario plagado de consejos para derrotar a los monstruos que irán ganando en utilidad según matemos a más criaturas de un mismo tipo.
De lo mejor de 2025
Blades of Fire me tiene loco, y cuanto más juego y más descubro de su mundo, más loco me vuelve. El tema de la forja y de cómo consigue que las armas sean el centro de su experiencia coincidiendo con la historia de la maldición de la reina es más que una excusa o un adorno. Es toda una mecánica inédita que sirve para dar forma a su mundo y justifica todos los pasos que tenemos que dar hasta llegar al punto en el que todo parece ya decidido. Por si esto fuera poco, la forma en que aprovecha en combate toda esta invitación a crear nuestras armas resulta magistral, ofreciendo una jugabilidad muy potente y una contundencia que hace que estés deseando que aparezcan enemigos, a ser posible grandes, para poner a prueba tu habilidad y el filo de tu nueva arma.
La exploración se mantiene a la altura con un compañero que, al igual que la forja, de primeras se hace cuesta arriba pero pronto demuestra su utilidad y se convierte en un elemento sin el que el juego quedaría cojo. La inteligencia de Mercury Steam colocando todas las piezas de su juego es de aplaudir. Un conjunto de mecánicas brillantes y un diseño que no se queda sólo en el trazado e incluye la dirección artística, con rincones que quitan el hipo, zonas muy diferentes entre sí y un sabor muy potente a mitología de la buena. Por si esto fuera poco, Blades of Fire incluye 3 niveles de dificultad que acercan la experiencia al gran público y que, sin convertir su oferta en algo fácil, consigue evitar la frustración de los jugadores que buscamos un reto alto, pero justo.
En definitiva, Blades of Fire me ha terminado enamorando por muchas cosas que hace bien, que me recuerdan a una forma de hacer juegos que parecía olvidada y que, a la vez, no teme en innovar para ofrecer lo mejor del estudio en su desarrollo. Para colmo viene con una demo larga y gratuita que sirve para probar el juego y a precio reducido, lo que hace que Mercury Steam gane aún más puntos. ¿Mi consejo? Probad la demo y dadle amor, que seguro que os engancháis. En un momento en el que parece que todo se reduce a subir los precios y ahorrar en gastos, esta buena gente hace las cosas demasiado bien como para dejarlos caer en el olvido.