por elmostrador
28 de mayo de 2025
Aunque muchas veces se considera una actividad secundaria, el juego libre es clave para el aprendizaje, la creatividad y la salud emocional. Sin embargo, el exceso de pantallas y las largas jornadas escolares están reduciendo drásticamente su presencia en la vida de los niños y niñas.
Cada 28 de mayo se celebra el Día Internacional del Juego, una fecha que busca poner en valor una de las actividades más importantes en la infancia. Aunque suele asociarse al ocio o al entretenimiento, el juego cumple un rol clave en el desarrollo cognitivo, emocional y social de niños y niñas.
Sin embargo, datos recientes de Unicef advierten que el tiempo destinado al juego libre ha disminuido drásticamente en las nuevas generaciones, principalmente por el aumento del uso de pantallas y la sobrecarga de actividades escolares.
Florencia Álamos, neurocientífica y directora ejecutiva de Fundación Kiri, asegura que desde la neurociencia, está demostrado que el juego estimula múltiples áreas del cerebro, fomenta la creatividad, fortalece la memoria de trabajo y mejora la capacidad de resolución de problemas. “Cuando un niño juega, está activando redes neuronales que consolidan habilidades fundamentales como la atención, la planificación, el lenguaje, la regulación emocional y la empatía”, detalla.
Estudios respaldan estas afirmaciones. Según un informe de Lego Foundation, el juego tiene cinco características esenciales: proporciona alegría, crea experiencias significativas, favorece la participación activa, fomenta la perseverancia y facilita la interacción social temprana. Todo esto contribuye al desarrollo de la memoria, la flexibilidad cognitiva y la regulación del estrés, además de entregar herramientas sociales que acompañan a los niños hasta la adultez.
Menos tiempo para jugar
A pesar de su importancia, hoy los niños y niñas disponen de menos tiempo para el juego libre. Factores como el alto uso de pantallas y las extensas jornadas escolares están restando espacio a una actividad vital para la infancia.
“Además del impacto a nivel neurológico, el juego cumple una función central en el desarrollo emocional y social. Permite que los niños ensayen roles, comprendan normas, aprendan a negociar, expresen sus emociones, elaboren situaciones complejas a través de la ficción, resuelvan problemas, colaboren con otros y puedan adaptarse a diferentes entornos”, detalla Álamos.
Desde la Fundación Kiri hacen un llamado a crear una cultura que valore el juego y lo proteja. Esto incluye repensar los tiempos escolares, promover espacios seguros para jugar, involucrar activamente a los adultos y reducir la dependencia digital.
Actualmente, la fundación trabaja con distintas escuelas implementando talleres deportivos, culturales y científicos que promueven el bienestar socioemocional. “Desde los talleres que implementamos en las escuelas en el ámbito deportivo, cultural y científico, hemos podido comprobar el aumento de comunidades virtuosas, aprendizajes y desarrollo de habilidades socioemocionales y espacios de valoración. Estos espacios recreativos ayudan a que los niños y niñas se sientan valorados, reconocidos, desarrollen un sentido de propósito y fortalezcan su bienestar socioemocional”, finaliza Álamos.