por Espinof
25 de junio de 2025
La última escena del bombazo de Danny Boyle encierra una referencia que alude al rincón más oscuro de la cultura pop británica
Si Danny Boyle, Alex Garland y Anthony Dod Mantle no existiesen, habría que inventarlos —y hacerles trabajar juntos una y otra vez—. Y es que no hay mejor sensación que salir del cine con la certera sensación de que la película que acabas de ver está destinada a polarizar al público gracias —o por culpa de, según quien juzgue— a una propuesta radical, que no hace prisioneros y a la que no parece importarle demasiado si congenias o no con ella, sino mostrarse orgullosa de su naturaleza.
Esto es lo que ha ocurrido con una '28 años después' que no consigo quitarme de la cabeza, que ha demostrado que otras secuelas legado son posibles, y que su cóctel de violencia pasada de vueltas, cachondeo interno, fondo discursivo y experimentación audiovisual y narrativa han hecho que reine el desconcierto entre buena parte del respetable. No obstante, de sus dos horas de metraje, ha sido una escena concreta la que ha dejado en shock a los patios de butacas de medio mundo.
Go Go... ¿Power Rangers?
El pasaje en concreto, además de como un anticlímax de lo más climático, sirve como una suerte de cliffhanger que calienta motores de cara a 'The Bone Temple', la segunda entrada de la nueva trilogía que llegará a nuestros cines el próximo mes de enero bajo la dirección de Nia DaCosta, y que podría hermanarse en cuanto a tono y estilo con una producción de la época dorada de la Troma, cuando Lloyd Kaufman y Michael Herz tenían menos filtros que nunca.
En escasos minutos, '28 años después' da carpetazo con una breve set piece que arranca con Spike, el chaval protagonista, vagando a su suerte por el Continente. Después de encontrarse con un grupo de infectados y verse incapaz de deshacerse de ellos, unos aliados inesperados aparecen de la nada para, casi como si de unos Power Rangers Brit se tratase, acabar con las criaturas entre volteretas y poses que podrían estar extraídas de cualquier Super Sentai japonés.
Tras deshacerse de ellos, descubrimos que los karatekas están capitaneados por un tal Jimmy —interpretado por un Jack O'Connell que sigue dándonos alegrías tras su papelón en 'Los pecadores'—, que no es otro que el crío con el que abre el prólogo del largometraje y que sobrevive al asalto de los infectados a su comunidad no sin antes ver cómo su padre, sacerdote, se deja atrapar con regocijo por los monstruos tras dar a su hijo el crucifijo que nos permite identificarle cuando es adulto.
Pero no es esta revelación lo que ha impactado con tanta fuerza a los espectadores que se han aventurado en '28 años después', sino el peculiar aspecto de la banda de Jimmy, que más bien parece una secta, y cuyos peinados y vestimentas no están, ni mucho menos, elegidos al azar. De hecho, hacen referencia directa a una de las figuras más grotescas y respulsivas de la crónica negra británica del siglo XXI —cuando se destaparon finalmente sus crímenes tras toda una vida de horrores— y, sabiendo lo que está por venir en la continuación a nivel temático, tiene todo el sentido del mundo.
El otro Jimmy

Las melenas rubio platino y los chandales coloridos de Sir Jimmy Crystal —así se llama el personaje de O'Connell— y sus fieles acólitos están inspiradas en otro Sir; este bautizado como James Wilson Vincent Savile pero más conocido por su nombre como figura mediática, DJ y presentador Jimmy Savile, bajo el que condujo los programas de BBC 'Top of the Pops' —espacio musical semanal que se mantuvo en antena durante 42 años, siendo el más longevo de su categoría— y 'Jim'll Fix It', también de BBC y en el que Savile, durante 19 años, cumplió los deseos de niños que le escribían cartas.
Es, precisamente, la existencia de 'Jimmy'll Fix It' y su contenido, así como su labor financiando y apoyando entidades benéficas y hospitales, lo que hacen aún más desagradable la historia de la celebridad, que recibió la distinción de Caballero en 1990 y que fue acusado de crímenes de índole sexual en varias ocasiones durante su vida. Todas las denuncias fueron desestimadas por la justicia ante una presunta falta de pruebas o fundamentos, pero tras la muerte de la figura en 2011, a los 84 años de edad, todo cambió.
Fue entonces cuando hasta 500 mujeres de mediana edad se presentaron alegando haber sufrido abusos sexuales por parte de Savile, abriendo una investigación que terminó revelando agresiones a "niños en hospitales y unidades de cuidados terminales y a personas con graves trastornos mentales en hospitales psiquiátricos". Una punta del iceberg que sirvió para revelar un fondo aún más repugnante recogido por infinidad de medios locales e internacionales.

El modus operandi del icono británico consistía en aprovechar las visitas a centros de salud con el pretexto de su labor benéfica en un reinado del terror que, según el New York Times, se extendió durante 50 años, entre 1962 y 2009. Por poner un ejemplo concreto, en el Leeds General Infirmary, uno de los aproximadamente 30 hospitales investigados, se descubrieron 60 abusos a hombres mujeres y niños, tanto miembros del personal como pacientes, con edades comprendidas entre los 5 y los 75 años. Pero sus crímenes no se quedaron ahí.
Según un artículo de The Guardian, "Una exenfermera de Broadmoor contó a los investigadores que Savile afirmaba haber realizado actos sexuales con cadáveres y ‘haber jugado’ en el mortuorio, posando en fotos con los cuerpos después de colocarlos en posiciones lascivas", algo que encajaría con los rumores de que Savile era amigo del jefe de patología del Leeds General Infirmary, lo cual le habría facilitado acceso al mortuorio sin supervisión desde finales de los 70 hasta mediados de los 90.
The Telegraph subrayó que "los investigadores, aunque no hay forma de demostrar que Savile cometiera esos actos con los cuerpos, concluyeron que su interés por el mortuorio claramente excedía los límites aceptables", espacios en los que, además de los abusos de índole sexual, habría extraído ojos de cristal para usarlos como joyería.
La extensa lista de atrocidades, tal como figura en un artículo del New York Times queda perfectamente resumida en un informe de la National Society for the Prevention of Cruelty to Children, que concluyó que Savile abusó al menos de 500 víctimas, la más joven de ellas de dos años de edad. Sus atrocidades fueron exploradas en una superficial e incompleta docuserie de Netflix estrenada bajo el título de 'Una historia británica de terror'.
Savile y el discurso de '28 años después'

Sabiendo todo esto, sólo queda encajar las piezas e intentar dar sentido a lo que Danny Boyle y Alex Garland pretenden contar con una referencia tan directa a la que, en su momento, fue una de las figuras más queridas del Reino Unido, y por qué Sir Jimmy Crystal la ha abrazado como referente, al menos en lo que a estética se refiere, para construir su culto.
Si nos remontamos al principio de '28 años después', podemos comprobar como Jimmy y el resto de niños de su comunidad de supervivientes intentan aislarse del entorno traumático a base de cultura pop —concretamente, viendo los 'Teletubbies'—, así que no es de extrañar que Crystal creciese con la figura del Savile previo a las turbias revelaciones de abusos como referente, y que los eventos traumáticos experimentados en su infancia la retorciesen en un paralelismo de lo más retorcido con la historia real.
Sea como fuere, es de esperar que todas las respuestas sobre el potencial antagonista de, al menos, el próximo largometraje, las encontremos en la propia 'The Bone Temple' en poco más de seis meses, que después de la exploración de la muerte en '28 años después', versará sobre la naturaleza y esencia del mal. Nada mejor que un personaje inspirado en —y por— Jimmy Savile para canalizar un discurso sobre esos temas.
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La noticia
El elemento más perturbador de '28 años después'. Cómo su desquiciado final revive el fantasma de uno de los depredadores sexuales más infames del Reino Unido
fue publicada originalmente en
Espinof
por
Víctor López G.
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