por 3DJuegos
24 de junio de 2025
La saga StarCraft, uno de los pilares de la estrategia en tiempo real, es por todos conocida gracias a su equilibrio competitivo, su diseño técnico impecable y su enorme impacto en la cultura de los videojuegos en general. Pero más allá de su excelencia a nivel de jugabilidad, es realmente en lo que a narrativa se refiere donde StarCraft ofrece todavía más y va un paso más allá de lo que estamos acostumbrados en este género.
La historia de StarCraft —desde el juego original en 1998 hasta Legacy of the Void en 2015— no es solo una epopeya militar entre terran, zerg y protoss como todos sabemos, sino que también es una crónica de pérdidas, decisiones imposibles y sacrificios personales. A medida que el conflicto avanza, vemos cómo los personajes renuncian a su humanidad, a sus ideales e incluso a sus propias vidas en nombre de causas mayores… o simplemente para poder seguir adelante. El sacrificio es realmente el eje sobre el que gira buena parte del relato.
Víctima, verduga, redentora
Si hay una figura que representa de verdad el sacrificio en StarCraft, esa es Sarah Kerrigan. Presentada al principio de la saga como una fantasma al servicio de Arcturus Mengsk, Kerrigan es traicionada de forma totalmente voluntaria por este en el primer juego y abandonada a su suerte en el planeta Tarsonis, donde cae en manos del Enjambre Zerg y es asimilada, dando lugar a la odiosa Reina de Espadas.
Este giro no solo transforma al personaje, sino que pone en marcha toda una cadena de consecuencias dramáticas. Kerrigan, en su nueva forma, se convierte en una fuerza desatada que arrasa mundos y manipula alianzas con una mezcla de astucia y brutalidad. Pero lo que hace trágica a su figura no es su poder, sino el hecho de que, en el fondo, su "monstruosidad" viene de una traición que no eligió. Lo que perdió en Tarsonis fue más que su forma humana; fue su voluntad, su lealtad y su propósito.
En Heart of the Swarm, Kerrigan recupera parcialmente el control de sí misma y emprende un camino de venganza y redención. Su historia entera es una cadena de renuncias: primero su humanidad, luego su deseo de venganza, y finalmente su relación con Jim Raynor, el hombre que jamás dejó de creer que algo de la vieja Sarah seguía viva.

Volviendoa al primer StarCraft, uno de los momentos más emblemáticos es el sacrificio de Tassadar, un templario protoss que desafía a su propio consejo para hacer frente a la amenaza zerg. En un universo donde las estructuras jerárquicas y religiosas de los protoss se imponen con muchísima rigidez, Tassadar representa a un hereje que elige aliarse con los oscuros templarios, los cuales han sido exiliados de su sociedad, para acceder al conocimiento necesario que permita salvar su mundo.
La culminación de su arco llega cuando se lanza contra la Supermente zerg a bordo de la nave Gantrithor, canalizando su poder psiónico y de los templarios oscuros para destruirla, a costa de su propia vida. Esto no es solo un acto heroico; es un gesto de reconciliación entre facciones enfrentadas, un sacrificio que permite no solo una victoria militar, sino una transformación cultural profunda en el pueblo protoss. Tassadar no busca gloria sino la redención para su gente. En un universo donde el deber a menudo se impone al individuo, su muerte es una inflexión ética. Ya os contamos hace poco que la historia de los protoss es un auténtico drama detrás de otro, y el ejemplo de Tassadar no deja lugar a dudas.
El peso de la profecía
Otro personaje central cuya historia está teñida de renuncias es Zeratul. Como templario oscuro que es, Zeratul vive en los márgenes del poder protoss, y desde esa posición se convierte en guardián de secretos y en una especie de portador de visiones que nadie quiere ver.
Zeratul no muere en una explosión dramática, como Tassadar, pero su vida entera es una forma de sacrificio en sí misma. Desde el momento en que descubre la amenaza de Amon, el dios xel’naga caído que busca erradicar toda vida habida y por haber, Zeratul consagra su existencia a advertir, convencer y preparar a otros para resistir.
En Legacy of the Void, su historia culmina cuando, tras salvar a Artanis del control mental de Amon, muere en sus brazos. Zeratul nunca buscó poder ni recompensa; solo verdad. Su muerte no es solo el cierre de un arco narrativo, sino la confirmación de que hay causas que exigen más que armas.

Siguiendo con uno de los personajes más memorables de la saga, hay que decir que el arco de Jim Raynor es, en muchos aspectos, el más humano de todos. Exsoldado, revolucionario y líder de una milicia irregular, Raynor se ve arrastrado por conflictos mucho más grandes que él. Su lucha no es solo política o militar sino que es emocional.
Su mayor renuncia es, sin duda, Sarah Kerrigan. Tras su transformación en Reina de Espadas, Raynor no puede (ni quiere) olvidarla. Durante años, su causa se mezcla con la esperanza de rescatarla, aunque ello implique colaborar con viejos enemigos o tomar decisiones moralmente ambiguas —así es el amor—. En StarCraft II: Wings of Liberty, el clímax llega cuando utiliza un artefacto xel’naga para devolver a Kerrigan parte de su humanidad. Pero incluso entonces, nada es del color de rosa, como cabría esperar, ya que este acto no la libera por completo de su pasado, ni los redime a ambos del todo.
Raynor no muere, pero su sacrificio es constante: abandona su seguridad, sus ideales iniciales, y asume la pérdida como una parte inevitable de su lucha. Es el personaje que más sufre por amor, pero también el que más se aferra a él como brújula en un universo cada vez más incierto.
Sacrificios como núcleo dramático
En StarCraft, ya hemos visto que el sacrificio no es un recurso argumental aislado ni un cliché heroico, sino que es un elemento estructural de su universo narrativo. Las decisiones difíciles no se resuelven con facilidad, y sus consecuencias se mantienen como un eco que resuena a lo largo de toda la saga. El conflicto no es solo externo —entre razas o planetas— sino interno, entre el deber, el amor, la fe, el miedo y la traición.
El sacrificio no es un recurso argumental aislado ni un cliché heroico, sino que es un elemento estructural de su universo narrativo
El juego consigue que estos momentos de pérdida no sean meros adornos dramáticos. Están escritos con coherencia interna, anclados a los valores y contradicciones de cada personaje. Incluso en medio de batallas masivas, la narrativa de StarCraft mantiene un enfoque íntimo, donde cada sacrificio tiene un nombre, un motivo y una herida que no parece ir a cicatrizar.
StarCraft podría haberse conformado con ser una brillante saga de estrategia, repleta de unidades icónicas y mapas memorables. Pero su historia fue más allá: construyó un universo donde la guerra no solo se mide en victorias, sino en lo que cada personaje pierde en el camino. En este sentido no hay héroes que se libren.
Y, quizá por eso, después de más de dos décadas sus historias aún resuenan. Porque lo que realmente nos deja StarCraft no son solo recuerdos de partidas legendarias, sino ecos de decisiones difíciles, de promesas rotas, de renuncias que, incluso en la ficción, nos recuerdan lo profundamente humano que es perder… y seguir adelante.
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La noticia
En StarCraft no duele perder una batalla, duele tener que elegir a quién estás dispuesto a sacrificar
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3DJuegos
por
Bárbara Gimeno
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