por ComputerHoy
25 de junio de 2025
Sam Altman, CEO de OpenAI, ha planteado recientemente una idea que no deja indiferente a nadie, que la inteligencia artificial, concretamente ChatGPT, ya ha superado a los seres humanos en múltiples tareas.
Pero lo realmente sorprendente no es el dato, sino la forma en la que lo cuenta. No estamos ante un relato distópico ni ante el clásico miedo al apocalipsis robótico. Altman propone una "singularidad suave", un proceso progresivo y pacífico en el que la inteligencia artificial se convierte en la herramienta principal del desarrollo humano.
"Nosotros, y me refiero a todo el sector, no solo a OpenAI, estamos construyendo un cerebro para el mundo", explica Altman en un texto publicado el 10 de junio.
Inteligencia artificial como herramienta global
En un manifiesto escrito por Sam Altman, según Le Grand Continent, él habla de que ChatGPT y los modelos que vendrán no solo sirven para responder preguntas o redactar textos, sino de sistemas capaces de generar conocimiento nuevo, diseñar soluciones científicas, programar, diagnosticar enfermedades, recomendar tratamientos y hasta sugerir cómo montar una empresa desde cero.
Para el CEO de OpenAI, el concepto de superinteligencia ya no es una aspiración, sino un proceso en marcha.
Lo más relevante de la visión de Altman es que no se trata solo de una cuestión técnica, sino de un desafío social y ético. Asegura que la IA no puede ser solo potente, sino también justa. Su objetivo es que el acceso a la superinteligencia sea democrático. Que no dependa de cuánto dinero tengas o de dónde vivas, sino que esté al alcance de cualquiera.

Imagen generada por IA
En este sentido, se refiere a un nuevo tipo de contrato social, en el que las decisiones sobre el futuro no las tomen unas pocas élites tecnológicas, sino la sociedad en su conjunto.
Altman reconoce que el desarrollo de inteligencia artificial como ChatGPT implica riesgos. Habla de la importancia de la alineación de valores, de que los sistemas respeten las normas éticas humanas y no se desvíen de ellas con el tiempo.
También menciona el enorme reto energético que suponen estas herramientas. Por ejemplo, cada consulta a ChatGPT consume una pequeña cantidad de energía, pero al multiplicarse por millones de usos diarios, se convierte en un tema importante para la sostenibilidad.
Uno de los puntos que más llama la atención en el discurso de Altman es su apuesta por automatizar la propia producción de la inteligencia artificial, como robots que fabrican robots. Esto no es ciencia ficción, según él, sino un camino que ya se está explorando.
El objetivo sería reducir el coste de la superinteligencia hasta que se equipare al de la electricidad, haciendo que usar herramientas como ChatGPT sea tan común como encender una bombilla.
Respecto al empleo, Altman es consciente de que la automatización implicará la desaparición de ciertos trabajos. Pero insiste en que también surgirán nuevas oportunidades, más creativas y con mayor sentido personal.
Para facilitar esa transición, propone medidas como la renta básica universal, financiada a través de impuestos sobre el capital. Así, el progreso no penalizaría al trabajador, sino que lo respaldaría.
Lejos del dramatismo, Altman apuesta por una evolución gradual. Cree que la década de 2030 no será un momento de ruptura total, sino de una adaptación continua. La inteligencia artificial, como ChatGPT, será una extensión de nuestras capacidades, no un reemplazo. En lugar de perder el control, podríamos estar entrando en una nueva etapa de colaboración entre humanos y máquinas.
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Etiquetas: Inteligencia artificial