por 3DJuegos
25 de junio de 2025
Hace tres años el auge del vehículo eléctrico, y la necesidad de alcanzar los estándares internacionales respecto a la reducción de la contaminación, empujaron a la Oficina Federal Suiza de Energía a comprobar qué había de cierto en todo lo que se vendía desde las marcas. Bajo la duda de hasta qué punto se justificaba la sustitución de un vehículo con motor de combustión por un coche eléctrico, encargó un estudio externo que consiguiese responder a esa misma pregunta.
Tras invertir 106.000 euros de fondos públicos para financiar el estudio, dos años después la consultora Infras entregó los resultados: no había lugar a duda. Aquel informe debía servir no sólo para que el gobierno suizo se cerciorase de lo que realmente significaba el cambio, también para marcar la necesidad de vender a la población el ambicioso objetivo de un parque de 50% de vehículos eléctricos nuevos para 2025. Sin embargo, decidieron guardarlo en un cajón.
Una autocensura con nefastas consecuencias
Pese a haberse entregado en otoño de 2024, el documento podría haberse quedado hasta la eternidad en ese cajón de no ser por que la revista Republik decidió investigar qué había pasado con él. Tildándolo de un documento "simplemente académico", las excusas sobre cómo la información era "potencialmente sensible" y podía ser "malinterpretada" por la opinión pública, sólo cuando se exigió su publicación mediante una solicitud oficial de transparencia terminó saliendo a la luz.
Lo que citaba el informe era que en más del 90% de los casos, la sustitución inmediata de un coche con motor de combustión por uno eléctrico de características similares servía para reducir las emisiones de CO2. El documento destacaba que, apoyándose en las energías renovables de las compañías eléctricas suizas, con apenas 30.000 kilómetros un coche eléctrico ya era más respetuoso con el medio ambiente que uno de gasolina o diésel.
El estudio demostraba que la idea de exprimir los viejos coches hasta que no den más de sí antes de hacer el cambio era tan descabellado como poco recomendable. El único caso en el que podía haber cierto atisbo de duda era en aquellos vehículos que, por ser muy eficientes o tener un kilometraje testimonial, no merecía la pena el cambio. Y como era de esperar, la censura de los datos y su posterior filtración han sido demoledoras para el debate.
Aunque es fácil caer en el error de trasladar esos resultados a cualquier otro ejemplo, lo cierto es que la mezcla de energías principales de Suiza, con un 62% de hidroeléctrica y un 30% nuclear, hacen que la transición hacia el vehículo eléctrico sea más lógica. Lamentablemente, en aquellos que se apoyan más en el carbón para electrificar su red, las cifras difieren.
Voces similares salen a relucir cuando se suma a la contaminación del vehículo eléctrico todo lo relativo a la dependencia de sus materiales y tierras raras, con un impacto que salpica especialmente en las minas internacionales de materias primas, y cómo con apenas un 15% del reciclaje de tierras raras estamos muy lejos de poder sacar pecho frente a su reutilización. Sin embargo, el impulso detrás de estudios como el suizo es más que suficiente para que, en mayor o menor medida, la necesidad de seguir ese camino nos empuje a investigar más y mejor sobre alternativas más limpias.
Imagen | OpenAI
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La noticia
Suiza no quiere que su gente sepa que, a diferencia de los coches de gasolina, los coches eléctricos son más respetuosos con el medio ambiente
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Rubén Márquez
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