por Meganoticias
8 de agosto de 2025
Doble Función: Definición de aquel momento en que la cartelera se perfila en horario y calidad para un día completo de cine. Ir dos veces consecutivas al cine no implica que una temática cruce las dos funciones; de hecho, entre más opuestos los perfiles cinematográficos, mejor. Dos estrenos, terror y comedia, idea original y secuela, cine para todos los gustos.
Otro Viernes de Locos
Esta vez tocó escarbar del fondo del barril, buscar en las comedias de principio de siglo. Aquella época donde Disney buscó la creación de productos adolescentes, que daría pie a las series de Disney Channel.





Empecinándose en que no quede película sin secuela o reboot, esta vez fue el turno de Viernes de Locos. Lanzada en 2003, la película ya era un remake de Freaky Friday de 1976. La historia de cómo una madre y su hija cambiaban de cuerpo, en la espectacular sinergia interpretativa de Lindsay Lohan y Jamie Lee Curtis, encantó a una generación que la posicionó como una de sus obras de cabecera.
Doce años después, llega una secuela que trae de regreso a sus protagonistas, su dinámica, pero no sus chistes. Un estreno que, en el papel, pareciera haber estado predispuesto al mismo destino de las interminables secuelas intrascendentes que pasaron directo a streaming (a ti te hablo, Happy Gilmore 2), pero que pese a todos los pronósticos logra no solo ser una digna secuela, sino que por momentos es superadora.
Anna (Lindsay Lohan) se va a casar, su hija Harper (Julia Butters) odia a su próxima hermanastra Lily (Sophia Hammons), todo esto mientras Tess (Jamie Lee Curtis) tiene que lidiar con su rol de abuela. En medio de un conflicto generacional, ocurre el cambio de cuerpo. Otro Viernes de Locos juega la lógica de la secuela extendida, subiendo el número de personajes afectados por la maldición, elevando el listón generacional y aumentando los chistes.
La película triunfa, principalmente, en dos apartados. Primero, es un vendaval de humor. Hay chistes de manera constante, una metralleta que dispara sin piedad y, por simple estadística, más de alguno de esos disparos dan en el blanco. Hay momentos hilarantes que demuestran la química que mantienen Lohan y Lee Curtis, y la habilidad de esta última para el humor. El constante tono humorístico de la película logra enfatizar un final emocional.
Por otro lado, Otro Viernes de Locos coquetea con ser una comedia ácida. Hay chispazos donde la película deambula entre los inherentes choques generacionales. Un retrato social de los pecados de las generaciones X, Millennials, Z y Alfas, los tipos de crianza, las generaciones intermedias. Si hay algo que criticar de esta película, es que no se haya tomado tan en serio esta faceta; había materia para algo más allá de un pincelazo. Ante todo pronóstico, Otro Viernes de Locos es un excelente panorama.
La Hora de la Desaparición
Existía una singular espera por el estreno de esta película. La crítica que ya la había visto hablaba de una obra revolucionaria para el género. La historia de un guión que provocó una puja sin precedentes entre Netflix, TriStar, Universal y New Line Cinema ayudó a generar cierta aura de misticismo sobre una historia de terror que prometía remover los pilares del género.
Dirigida por Zach Cregger, el autor que se dio a conocer por la osada Barbarian, La Hora de la Desaparición trata de una pequeña comunidad en Estados Unidos que se ve sacudida cuando todos los niños de una clase se escapan de sus casas durante una noche, todos menos uno. Hasta ahí nomás; esta es una película a la que hay que sumergirse de manera virginal, con la menor cantidad de información posible, ya que una de sus principales virtudes es la construcción narrativa.
Cregger, quien además de dirigir, escribe y produce, perfecciona las imperfecciones de Barbarian y nos entrega una historia coral sumamente terrorífica. Mediante un relato coral vamos conociendo a los distintos personajes de esta historia y, con ello, tratando de armar un rompecabezas que nos diga qué demonios está pasando en este pueblo. Con una escritura sumamente depurada e intensa, la película encuentra, en su forma de contar este terrorífico cuento de fogata, su mayor virtud. Todas las subidas de tensión y descansos narrativos están muy bien colocados.
En esos descansos, y en otras partes, Cregger descansa en un humor bastante peculiar. Lo que ya había hecho con Barbarian lo perfecciona en esta película. Un humor sumamente incorrecto, no por sus chistes, sino por su incomodidad. Ante tal horripilante historia, la risa funciona como válvula de escape de la incomodidad, una simbiosis sumamente bien resuelta.
Ayuda también el espectacular elenco. A sabiendas de que el terror es el género del pueblo, aquel que se puede hacer con dos monedas, el desfile de estrellas da cierta garantía de calidad. Julia Garner, Josh Brolin, Alden Ehrenreich, Benedict Wong y la espectacular y perturbadora Amy Madigan dan vida a una sinfonía de terror que, como un flautista de Hamelín, nos seduce a medida que avanza la película, llevándonos a la oscuridad de un bosque en el que sabemos se esconde algo, pero no podemos dejar de caminar.
No es la revolución que muchos críticos ajenos al género han declarado. Sí, hay un excelente guión, una buena dirección y una narrativa fresca, pero no hay nada que no se haya hecho antes en el género. Por otro lado, no es responsabilidad de la película cumplir con las impositivas etiquetas del gremio. La película es buena, es original y es terrorífica. Ante el inherente panorama actual, son historias que hay que atesorar y ver en el cine. Excelente año para el terror, por lo demás. Entre Sinners, 28 Días Después, El Mono y Nosferatu se han constituido los grandes sustos y momentos de un año que tiene un sabor descafeinado. Pese al pronóstico ultra-positivo, La Hora de la Desaparición es un excelente panorama.