por 3DJuegos
3 de julio de 2025
Tras dos décadas desde The Matrix Revolutions (2003), Lana Wachowski estreno The Matrix Resurrections (2021), un regreso polémico a la saga que para muchos ha resultado una montaña rusa de emociones y expectativas encontradas. Personalmente la peli me parece la más floja de la saga, de largo. Pero hay algo en su núcleo que me obsesiona, y creo que tiene mucho que ver con las cosas que a uno le pasan en esos 20 años que separan la tercera de la cuarta peli. Más allá de la clásica fascinación por las escenas de acción en cámara lenta o los míticos "tiempos bala", el saber kung-fu y las persecuciones a toda velocidad, lo que verdaderamente me marcó fue un instante casi simple y cotidiano: el reencuentro de Neo y Trinity compartiendo una taza de café.
Ese momento, aparentemente trivial, esconde la culminación de una historia que va mucho más allá de la ciencia ficción digital y cyberpunk de la franquicia. No se trata de una bala suspendida en el aire, si no de una relación suspendida en Matrix. Es la expresión pura de un vínculo que se ha forjado en la memoria, el sacrificio y la resiliencia, y del que participamos todos los fans de la saga. Para mí, y seguramente para muchos otros, esa escena íntima supera cualquier despliegue técnico y visual que nos haya regalado el (de momento) cierre de la saga.
El retorno de un vínculo eterno: amor como motor de la Matrix
The Matrix Resurrections nos explica que Neo y Trinity fueron "resucitados" por un nuevo programa de la propia Matrix, conocido como El Analista. Este programa utilizó la energía latente que desprende la conexión profunda entre ambos para reconstruir y mejorar sus cuerpos, entendiendo que su amor es a la vez estabilizador y disruptor de la realidad virtual que los encierra. Esta idea, apoyada en los textos que Lana Wachowski coescribió con David Mitchell y Aleksandar Hemon, convierte la relación en el verdadero motor narrativo y filosófico del filme. Un bucle narrativo que mantiene en marcha el mundo de las máquinas.
No se trata de una bala suspendida en el aire, si no de una relación suspendida en Matrix
Aquí no se trata solo de un romance más, sino de un vínculo tan fuerte que altera el sistema mismo que pretende controlarlos. A través del amor, Neo y Trinity representan la capacidad humana para desafiar incluso las formas más sofisticadas de opresión, un mensaje que se extiende a la vida real y nuestras propias luchas. No soy de esos que aprecian cuando "el amor" resulta la solución mística que soluciona la papeleta del destino de todo el universo, en plan Quinto Elemento, pero hay algo entre Neo y Trinity que ha logrado vibrar con algo en mi interior.

El poder de un simple café: lo humano frente a la simulación
La escena de la película de la que os hablo es esa en la que Tiffany (Trinity) y Thomas (Neo) se sientan juntos a tomar un café compartiendo un momento que para los dos reverbera con una historia vivida juntos que se extiende lo largo de incontables vidas dentro de Matrix. Lejos de las persecuciones, explosiones y efectos especiales, ese instante es un respiro. Dos personas redescubriéndose, compartiendo un gesto tan cotidiano como un café. Será que me estoy haciendo mayor.
Este momento no solo es emotivo para los personajes, sino que lo fue también para sus intérpretes. Keanu Reeves confesó que la historia de amor entre Neo y Trinity era lo que más le intrigaba de esta nueva entrega, mientras que Carrie-Anne Moss reconoció que rodar esa escena les resultó tremendamente emotivo. Para ellos, ese café representa la humanidad que subyace bajo las capas de simulación y violencia. Resulta curioso que un gesto tan sencillo de comunicación suponga un nivel de conexión que el de una red neuronal digital que establece toda una realidad virtual compartida.

Por eso ese instante íntimo cobra un valor enorme. Es una apuesta narrativa que privilegia lo sentimental y personal por encima del espectáculo, devolviendo a la saga su esencia: una historia de amor enraizada en la esperanza y la fe mutua y que se apoya en los diálogos autoconscientes y metareferenciales de la película en los que se habla de recuperar la franquicia como un espectáculo visual vacío. A ver si la peli no va a ser tan mala al final…
Neo y Trinity juntos son la anomalía definitiva, el amor como fuerza disruptiva
Mientras que la saga se ha construido alrededor de habilidades casi sobrehumanas y secuencias de acción memorables, la emoción contenida en ese encuentro me recordó qué es lo que verdaderamente importa. Al menos, lo que verdaderamente importa para Neo y Trinity. Dentro de lo que es la narrativa general de la franquicia, con su conflicto enquistado entre humanos y máquina, por primera vez en la historia de la saga, la anomalía que representa "El Elegido" es una conexión compartida entre dos personas, no un individuo aislado. Neo y Trinity juntos son la anomalía definitiva, el amor como fuerza disruptiva capaz de desafiar el orden impuesto. Esto confirma que el amor seguirá siendo el eje temático central de la saga si Warner en algún momento se anima a contarnos cómo sigue la historia con Neo y Trinity liderando la realidad desde dentro de Matrix.

Amores que matan nunca mueren
La saga Matrix, en su conjunto, habla también de amores que resisten el paso del tiempo y las circunstancias más adversas. La relación entre Neo y Trinity es una historia que no termina, un fuego que se reaviva en cada encuentro, incluso después de la muerte, el olvido o la simulación. Es una metáfora de las relaciones humanas más profundas, aquellas que, pese a las dificultades, nunca se apagan y continúan moldeando nuestras vidas y decisiones. La película nos muestra que, en un mundo dominado por máquinas y simulaciones, la verdadera revolución está en el poder de este amor maduro entre los dos protagonistas. La verdad, si no estuviéramos hablando de Matrix creo que me resultaría tremendamente empalagoso.
Neo y Trinity, sin necesidad de recordar quiénes fueron ni qué hicieron, se reconocen
Resulta irónico, casi poético, que en una saga que redefinió los límites de la acción cinematográfica lo que finalmente despierte a sus protagonistas no sea una pelea ni una profecía... sino un buen café. Ese fugaz instante en el que Neo y Trinity se reencuentran frente a una taza humeante condensa décadas de mitología, sacrificio y esperanza. Una escena cotidiana que se convierte, sin pretenderlo, en la clave del algoritmo de Matrix.
En un universo donde todo puede ser simulado, donde cada gesto puede ser manipulado por una inteligencia artificial, ese cruce de miradas entre los personajes revelan una verdad que ni el Oráculo supo concretar: la paradoja de la Matrix no se resuelve conociéndose a sí mismo, sino conociendo al otro. Neo y Trinity, sin necesidad de recordar quiénes fueron ni qué hicieron, se reconocen. Es curioso pensar que, en una saga que nos enseñó a dudar de la realidad, sea precisamente un gesto tan mundano como compartir una taza lo que se sienta más real que cualquier otra cosa.
Neo y Trinity nos enseñan que hay relaciones que no se apagan, vínculos que perduran más allá de la muerte, de las reencarnaciones digitales y de los sistemas opresivos. Normal que la peli termine con ellos cogidos de la mano. Tanto ellos como nosotros llevábamos 20 años esperándolo.
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La noticia
Del regreso de la saga Matrix a los cines solo puedo salvar una cosa, y es que me importa más la relación de una pareja madura que el tiempo bala
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Chema Mansilla
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