por elmostrador
5 de julio de 2025
El Jarismo ha llegado para quedarse, no como un fenómeno pasajero, sino como un reordenamiento profundo de las prioridades y formas de hacer política en Chile. De la mano de una candidata completa y tenazmente comunista. Pero también de una comunista profundamente democrática.
El reciente triunfo de Jeannette Jara en las primarias presidenciales de 2025 no es solo un hito electoral, sino el símbolo de una nueva etapa en la izquierda chilena. La emergencia de su liderazgo, caracterizado por una firme voluntad de cambio social, pero dentro de un claro pragmatismo democrático, trasciende las próximas elecciones. El Jarismo, como algunos ya lo denominan, representa una corriente que obligará a replantear los paradigmas de la izquierda chilena, no solo en sus propuestas, sino también en sus prácticas.
La figura de Jeanette Jara ha sabido conjugar la sensibilidad con una ética política transformadora que recuerda los principios defendidos por Enrico Berlinguer en el PC de la Italia de los años setenta. Este enfoque se traduce en lo que se puede llamar una ética de la convicción responsable, que combina un compromiso inquebrantable con los valores de justicia y equidad, pero con la capacidad de adaptarse a las circunstancias, sin perder el horizonte.
En este marco, el liderazgo de Jara no se limita a enunciar grandes ideales, sino que busca traducirlos en políticas concretas que respondan a las complejidades del Chile actual. Esto implica abordar temas como la sostenibilidad económica y ambiental, la lucha contra la desigualdad y el fortalecimiento de la participación democrática, todo ello con una visión a largo plazo que prioriza el bienestar colectivo sobre los intereses de corto plazo.
El Jarismo redefine así la acción política de la izquierda chilena al enfatizar la necesidad de liderazgos coherentes, que no solo prometan transformaciones, sino que demuestren capacidad para implementarlas de manera responsable y sostenible.
La propuesta de Jara surge en un contexto nacional marcado por la crisis de los partidos tradicionales, el descontento ciudadano y la fragmentación de los liderazgos progresistas. Su liderazgo ha logrado articular demandas históricas —como la reforma de pensiones y la calidad del empleo— con desafíos emergentes, como la necesidad de dar seguridad a nuestras calles y satisfacer las expectativas de progreso de las clases medias
A diferencia de otros líderes que han priorizado el corto plazo electoral, Jara ha propuesto un horizonte estratégico que recuerda el proyecto de Berlinguer con la construcción de un “compromiso histórico”. Este concepto, adaptado al Chile actual, sugiere la necesidad de alianzas amplias que reconozcan la diversidad del progresismo, desde los movimientos sociales hasta los sectores productivos. Frente a una derecha que retorna a la “estrategia de la tensión”, Jara ofrece un camino para cambiar realmente la sociedad, pero con métodos democráticos, en libertad y con consenso.
El triunfo de Jara, más allá del resultado final de las elecciones presidenciales, ya ha comenzado a reconfigurar el pensamiento y la práctica de la izquierda chilena. La consolidación del Jarismo exigirá repensar las dinámicas internas de los partidos, superar el sectarismo y construir un proyecto político que convoque a mayorías mucho más amplias.
En este nuevo escenario, los principios del Jarismo cobran especial relevancia. Su insistencia en la honestidad, la austeridad y la conexión con las demandas populares son elementos que Jara ha incorporado en su propuesta, y que deberán ser adoptados por el conjunto de la izquierda si aspira a mantenerse como una fuerza política relevante. Como señaló Berlinguer en su momento, el comunismo de Jara solo se puede entender como el intento de llevar a su máxima expansión la democracia.
Por eso, más que una candidatura, el liderazgo de Jeannette Jara ha comenzado a consolidarse como un proyecto cultural y político de largo aliento. Su propuesta desafía a una izquierda acostumbrada a las coyunturas cortoplacistas y a una derecha que sigue apostando por soluciones excluyentes.
El Jarismo ha llegado para quedarse, no como un fenómeno pasajero, sino como un reordenamiento profundo de las prioridades y formas de hacer política en Chile, de la mano de una candidata completa y tenazmente comunista. Pero también de una comunista profundamente democrática, convencida de que hace falta conquistar el consenso de la mayoría de los ciudadanos si se pretende realizar una verdadera transformación.
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