por 3DJuegos
23 de junio de 2025
Imagínate un juego donde lo que más te preocupa es encontrar el paisaje perfecto para crear tu obra, donde el pincel es más importante que cualquier espada y donde el tiempo corre a la velocidad que tú decides. Bueno, pues ese juego existe (de hecho desde hace bastante, 2019 concretamente) y me tiene alucinada.
La premisa de Eastshade —desarrollado por los estudios del mismo nombre— es tan sencilla como potente. En Eastshade manejamos a un pintor ambulante que viaja a la tierra homónima para capturar en sus lienzos los lugares favoritos de su difunta madre; una idea preciosa. La aventura comienza con un naufragio —un arranque súper clásico para una odisea, que al final es lo que es esto—, pero en lugar de desembocar en una lucha por la supervivencia o una rebelión épica, se transforma en una travesía introspectiva y contemplativa.
Pintar como mecánica central
En Eastshade, pintar no es una metáfora, sino una mecánica jugable. Cuando encontramos un paisaje que nos inspira, sacamos nuestro caballete, encuadramos la escena con cuidado y comenzamos a pintar. No se trata de un minijuego complicado ni de una simulación artística detallada; el sistema de pintura está simplificado, pero funciona de una manera súper efectiva. Las obras terminadas se convierten en objetos que podemos vender, regalar o utilizar para cumplir misiones.
Esta mecánica transforma por completo nuestra manera de relacionarnos con el mundo del juego. En lugar de recorrer los escenarios con prisa, buscando enemigos o cosas que lootear, nos volvemos unos auténticos observadores. Miramos cómo cambia la luz sobre el agua hasta encontrar el punto perfecto a nuestro parecer, cómo el viento mece las hojas de los árboles, cómo el humo de una chimenea se eleva en la distancia... básicamente aprendemos a detenernos y a mirar con otros ojos.

El planteamiento no violento de Eastshade es una declaración de intenciones. En este mundo abierto, la tensión narrativa no viene del peligro, sino de la curiosidad. ¿Quién vive en esa cabaña entre los árboles? ¿Cómo podemos llegar a la cima de ese acantilado?¿Merecerá la pena pintar el paisaje?
Esto no significa que el juego carezca de conflicto. Hay problemas sociales, dilemas morales e incluso desacuerdos entre personajes, pero todos se resuelven mediante el diálogo o la creatividad, o sea, de la mejor manera posible si queréis saber mi opinión. Las cosas que pasan son sencillas, pero nos aportan cosas bonitas: igual un residente necesita una pintura para decorar su tienda, otro busca capturar un momento especial con su hija o tal vez un anciano quiere reconstruir una escena de su juventud y podemos ayudarlo.
Un viaje emocional
Aunque el juego no nos impone un camino fijo, sí hay un hilo emocional que lo relaciona todo: el recuerdo de nuestra madre. Cada pintura que hacemos, cada paisaje que inmortalizamos, es también un acto de homenaje hacia ella ya que no solo estamos cumpliendo su último deseo, sino que también estamos construyendo una forma de duelo y de conexión espiritual a través del arte.
La relación con los personajes secundarios también aporta profundidad a la historia. Algunos son entrañables y otros son excéntricos, pero todos parecen auténticos. El guion huye de los clichés y logra que el mundo de Eastshade esté más que vivo, con una sociedad rica en matices, preocupaciones y aspiraciones.
Además, hay un trasfondo ecológico bastante evidente, ya que Eastshade no solo nos anima a contemplar la belleza natural, sino también a respetarla, algo que hace mucha falta hoy en día. El juego incluye un sistema de crafting suave, pero no nos anima a la explotación indiscriminada de recursos. De hecho, hay misiones en las que ayudar a preservar el entorno se convierte en el objetivo principal. Está más que claro entonces; aquí, la naturaleza no es un recurso a extraer, sino una fuente de inspiración.

Y sin embargo, no parece menos videojuego por ello ya que sus mecánicas están bien construidas, la exploración es más que satisfactoria y el diseño visual es estupendo. La música —suave, atmosférica— acompaña cada paso sin tener demasiada importancia... Vamos, que todo está pensado para fomentar una experiencia introspectiva sin renunciar a lo entretenido, claro.
Esto no quiere decir que Eastshade sea perfecto, que ya me lo sé yo. Su ritmo pausado no le gustará a todo el mundo; algunos jugadores pueden echar en falta una dirección más marcada o desafíos más definidos. La navegación por el mundo a veces puede resultar confusa, y la interfaz no es lo más intuitivo del mundo... Pero son detalles que pasan desapercibidos frente a la ambición y la coherencia de su propuesta.
Un ejemplo necesario
En un momento donde muchos videojuegos luchan por distinguirse en un océano de propuestas cada vez más grande, Eastshade destaca precisamente por su silencio. No necesita grandes explosiones ni giros de guion espectaculares, le basta simplemente con ofrecer un mundo bonito, personajes interesantes y una invitación a mirar la vida con otros ojos. Eastshade demuestra que también podemos jugar para conectar, para recordar y para observar si eso es lo que nos apetece hacer.
Eastshade no es solo un juego bonito, tampoco es solo un simulador de pintura, aunque pintar sea el centro de su jugabilidad. Es, ante todo, una declaración de amor al arte y a la contemplación, una invitación a recorrer el mundo sin prisas... Y, en un medio donde muchas veces se nos pide que disparemos primero y preguntemos después, eso parece bastante revolucionario.
En 3DJuegos | Hay juegos que te tienen como si fueras un hámster adicto al botón de la comida y hay una explicación científica
En 3DJuegos | He adivinado quién cuida de nosotros en el espacio, aunque siempre pensé que la soledad cósmica era lo que nos esperaba
-
La noticia
Gracias a este maravilloso juego ahora quiero ser pintora recorrer el mundo montada en mi pincel
fue publicada originalmente en
3DJuegos
por
Bárbara Gimeno
.