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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

El italiano Giorgio Rosa logró su utopía de ser dueño de un país por dos meses en 1967 con "La Isla de las Rosas". Motivado por la libertad, construyó una plataforma de acero en aguas internacionales cerca de Rímini. A pesar de contar con gobierno propio y bandera, el gobierno italiano dinamitó la isla tras negar los permisos para operar. Su sueño de un hotel de lujo terminó con una triste destrucción y una factura de 11 millones de liras.

La utopía de ser dueño de un minipaís, parece ser un sueño imposible, pero un italiano, hace 57 años, lo logró brevemente por dos meses.

En ese entonces, el ingeniero boloñés Giorgio Rosa, quería llevar a la realidad el sueño de fundar una nación, y la llamó con el nombre de “La isla de las Rosas”.

Cabe mencionar que Rosa, hizo este proyecto, motivado por una sola idea: la libertad. Es que Giorgio, además de ser un ingeniero “muy preciso”, como reconoció su hijo Lorenzo, era una persona con una gran fuerza de voluntad.

De hecho, este hombre, después de pasar unas vacaciones en Rímini, en el noreste de Italia, pensó que este paradisíaco lugar, podía levantar una plataforma de acero.

Pero no lo hizo en tierra firme, sino que a 12 kilómetros de la costa, una porción en que no era una parte soberana de Italia, según sus propias averiguaciones en Derecho Internacional. “Después de la guerra había mucho que construir y aproveché al máximo mi título de ingeniero. Desde las primeras ganancias pensé que podía crear una obra capaz de resistir las olas. Se trataba de diseñar y construir la estructura en tierra y luego llevarla flotando al mar”, afirmó Giorgio, en la última entrevista que concedió al Corriere Romagna.

El sueño de Giorgio y su Isla de las Rosas

Giorgio, empeñado en sacar adelante este ambicioso plan, junto a su esposa Gabriella Clerici, crearon una constructora que servía para financiar los primeros trabajos para su plataforma.

En ella, por largos años, el ingeniero haría otros trabajos para diseñar y comprar los materiales necesarios para levantar la estructura.

Así las cosas, el estado independiente, que estaba ubicado estratégicamente en una zona de aguas internacionales, sería el escenario ideal para crear su utopía.

Giorgio Rosa

Entonces, en 1967, el ingeniero boloñés decidió construirlo con cuatro amigos y un grupo de trabajadores, que lo ayudaron a acarrear los pilotes que sostenían al pequeño estado.

Lorenzo Rosa, hijo del ingeniero, conoció el pequeño “país” de su padre.

“Mi padre era ingeniero y en Italia bastaría con describirlo así para entender qué tipo de persona era”, explicó Lorenzo, en una entrevista con BBC Mundo.

“Era una persona muy precisa, detallada y muy organizada. Un ingeniero en un sentido casi alemán de la palabra. Excepto por esta pequeña vena de locura que lo llevó a querer construir una plataforma para sí mismo, y luego convertirla en un estado fuera de las aguas territoriales, lo que lo convirtió en el príncipe de los anarquistas”, agregó al citado medio.

Al interior de la Isla de las Rosas

Al final, contra todo pronóstico, Giorgio Rosa inauguró el espacio ubicado en las costas de Rímini, causando un gran revuelo por aquel entonces.

Eso sí, para tener todas las potestades de una nación, el italiano adoptó el esperanto como lengua oficial, en un intento por otorgar una base legal a este inédito proyecto.

De igual forma, Rosa también creó un gobierno, integrado por familiares y amigos. Además, tenía su propia bandera, tres rosas rojas sobre un escudo blanco y un fondo naranja, consignó La Vanguardia.

Giorgio en La Isla de las Rosas

En cuanto al propósito de la isla, el ingeniero expuso al Corriere Romagna, que buscaba potenciar el rubro turístico, desmintiendo los rumores de que sindicaban a la plataforma como un lugar sin ley. “Tampoco se había barajado la idea de un casino, ni siquiera sé si había planes para una discoteca. Fantasías. Es cierto que, en cierto sentido, se podía hacer cualquier cosa. No había límites. La isla tenía fines comerciales, queríamos explotar su potencial turístico. Pero nos cortaron las alas antes de que pudiéramos volar”, mencionó en la conversación publicada en 2008.

Por otra parte, otras versiones apuntaban que la plataforma podría ser una base secreta para submarinos soviéticos. “Era un precedente peligroso, temían una pequeña Cuba en el Adriático”, enfatizó Rosa, según recogió La Vanguardia.

La destrucción del minipaís

Pese a los enormes esfuerzos de Giorgio, su sueño se vio interrumpido por la negativa del gobierno italiano para otorgarle los permisos para operar, cuando el fundador todavía buscaba construir cinco pisos en la plataforma y abrir un hotel de lujo en medio del mar Adriático.

En solo dos meses, la visión del ingeniero italiano, terminó cuando las tropas de desembarco italianas, dinamitaron la Isla de las Rosas, fue el 25 de junio de 1968.

Su hijo Lorenzo, en el marco de la película de Netflix que cuenta la historia de la icónica isla, afirmó a BBC Mundo que este suceso, le produjo mucha tristeza por la manera en qué terminó su anhelo. “El recuerdo más triste que tengo es cuando recibió la carta del gobierno italiano que le pedía que pagara el dinero gastado para destruir la isla, que en ese momento eran 11 millones de liras (unos US$7.000)”, contó al medio británico.

De acuerdo con la versión de Lorenzo, su padre trabajó “muy duro” para construir la isla con su propio dinero.

Fotografía tomada por Lorenzo Rosa

“Salía de Bolonia alrededor de las 4 o 5 de la mañana, llegaba a Rímini, se subía al barco y luego trabajaba en la isla. Así que estar con él fue muy divertido para mí. Me encantaba subir al barco y ver el agua, porque el mar Adriático cerca de la costa es muy fangoso, como arcilla, pero en el mar abierto era como estar en el Caribe”, relató.

Así fue el final del sueño de este ingeniero italiano, que cansado de la burocracia de la época, quiso llevar adelante su original visión.

“Nunca me detuve en lo que había construido. La verdad es que no siento nostalgia por la isla. Ni siquiera pienso en ello ¿El sueño de la isla? Incluso nos hicieron pagar la demolición”, sostuvo con amargura Giorgio Rosa al Corriere Romagna.