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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

El bullying persiste en la sociedad a pesar del avance generacional y tecnológico, convirtiéndose ahora en ciberacoso. Estadísticas de Unicef revelan que uno de cada cinco niños sufre acoso escolar y uno de cada tres lo experimenta en Internet. Detectar estas situaciones es complicado, pero hay señales como cambios en el sueño o aislamiento social. Es crucial que los padres abran un diálogo con sus hijos, observen cambios de comportamiento, validen sus emociones y colaboren con la escuela para frenar el problema. Es fundamental promover la autoestima de los niños, evitar la violencia como respuesta y actuar con prudencia en casos de ciberbullying, sin castigos que generen miedo. El acoso escolar no solo afecta a las víctimas, sino también a los agresores y testigos, con consecuencias que pueden perdurar hasta la adultez.

Las generaciones pasan, la sociedad progresa, pero el bullying se mantiene. Y en un mundo cada vez más tecnologizado, parece difícil frenarlo, considerando que el problema mutó a ciberacoso.

En ese sentido, aunque la víctima y victimario cambia de rostro, la preocupación de padres y educadores se mantiene a través del tiempo.

De hecho, un artículo de Unicef publicado en 2024 afirmaba que uno de cada cinco niños sufre acoso escolar, mientras que uno de cada tres ha sido víctima de este en Internet.

Pese a que existen cifras, su detección no es sencilla. Y es que muchos niños y adolescentes evitan hablar del tema. Sin embargo, algunos cambios de comportamiento pueden encender las alarmas en los padres.

Señales de alerta de bullying en menores y qué hacer al respecto

Para ayudar en esta tarea, Freddy Meneses, psicólogo de Grupo Cetep, entregó algunas señales de alerta a tener en cuenta:

● Alteraciones en los hábitos de sueño o alimentación.

● Síntomas físicos recurrentes (dolores de cabeza, estómago o náuseas).

● Miedo, ansiedad o rechazo para asistir a clases.

● Aislamiento social o abandono de actividades que antes disfrutaba.

● Cambios en la relación con amigos, rechazo para hablar de la escuela o las redes sociales.

● Pérdida o daño frecuente de pertenencias, o aparición de lesiones físicas sin explicación clara.

En caso de que exista una sospecha, el especialista recomienda que los padres den el primer paso, estableciendo un espacio seguro de diálogo con sus hijos. Algunas orientaciones clave son:

● Estar atentos, incluso si no lo cuentan. Muchos niños no hablan abiertamente con sus padres sobre el acoso. Por eso, es importante observar cambios de conducta y abrir conversaciones de manera cuidadosa, sin presionar, para que sientan confianza al compartir lo que les ocurre.

● Escuchar sin juzgar. Validar lo que sienten y agradecer que compartan la situación.

● Registrar los hechos. Anotar cada episodio de acoso puede ser útil para futuras gestiones.

● Colaborar con la escuela. Denunciar y trabajar en conjunto con profesores y autoridades educativas para detener el problema.

● Fomentar la confianza y autoestima. Animar a los niños a participar en actividades que disfruten y reconocer sus fortalezas.

● Evitar la violencia como respuesta. Promover la búsqueda de apoyo adulto antes que recurrir a la agresión.

● Si es ciberbullying, es importante no reaccionar impulsivamente para evitar escalar el conflicto y guardar pruebas (capturas, mensajes, links). Reportar y bloquear las cuentas ofensivas, denunciando en la plataforma cuando corresponda. Acompañar el uso digital sin castigos que generen miedo a perder el acceso a redes, fomentando la confianza. Además, educar en seguridad y ciudadanía digital, enseñando a cuidar la privacidad y la huella digital que se deja en línea.

Efectos del acoso escolar

A menudo nos enfocamos solo en quienes son víctimas del bullying, sin embargo, Meneses sostiene que los efectos de esta problemática también se extienden a agresores y testigos.

“En quienes son acosados, los efectos pueden extenderse hasta la adultez, con mayor riesgo de depresión, ansiedad, trastornos del sueño, disminución del rendimiento escolar e incluso ensañamientos suicidas”, explica el psicólogo.

“Los niños que acosan a otros también enfrentan mayores probabilidades de caer en conductas de riesgo como consumo de drogas, violencia o abandono escolar. Incluso los testigos no quedan exentos, pues pueden desarrollar ansiedad, depresión o problemas de absentismo”, enfatiza Meneses.

En ese sentido, apunta que la prevención y la detección temprana son fundamentales, recordando que la mejor herramienta es la comunicación constante entre padres e hijos, escuchándolos, creyéndoles y apoyándoles.