por ElDia
1 de julio de 2025
Hace un año, Camila Villazón López, de 32 años, fue diagnosticada con cáncer cervicouterino en etapa III, y cuando lo supo -según relató en conversación con Diario El Día- no se puso nerviosa porque como sabía que había una esperanza de vida y que se podría sanar en el proceso.
“Yo estaba viviendo en Valparaíso en esa época y en realidad fue detectado porque yo me había hecho un PAP en La Serena, pero nunca me llamaron, porque me dijeron que si salía malo, me iban a llamar y no lo hicieron. Entonces yo me confié”, asegura.
En esa línea, cuenta que “el año pasado yo tuve síntomas de pérdida de un aborto y ahí fui al hospital. Ahí me dicen que tenía mucha sangre, que había que hacer un legrado, y además me dijeron que tenía algo en el cuello del útero y, por tanto, iban a aprovechar de hacer una biopsia para ganar tiempo. Quedé en shock en realidad, por todo lo que estaba pasando, porque en lo que menos pensaba era en un cáncer. Para mí era como una pérdida en ese momento”.
Posteriormente, al ir a buscar el resultado de la biopsia, en el documento aparecía el nombre de carcinoma. “Como yo tengo una hermana que ya había pasado por esto y siempre la había escuchado decir ‘el carcinoma’, dije que esto debe ser cáncer, pero como fui a buscar la biopsia sin una hora con el médico, como que me salté el protocolo y simplemente me pasaron el papel”.
Después, dice, “fui a golpear puertas para que alguien me explicara y me dijeron que me salté el protocolo, que era informal lo que había sucedido y que no me debería haber enterado así, pero que me iban a ingresar de inmediato y me iban a dar una hora con la gineoncóloga para que me explicara ese diagnóstico”.
Luego, le explicaron que era un cáncer cervicouterino, que “al parecer” estaba en etapa III, pero que debería hacerse una prueba de procalcitonina (PCT), para definir en qué etapa estaba para definir los pasos a seguir.
“Pero desde esta fecha nunca paré de sangrar, porque el tumor en el cuello del útero provocaba eso, y yo estaba mamando a mi hijo, y me debilité demasiado. Cuando me llamaron para avisar que en julio iba a comenzar la terapia, llegué con anemia severa y no la pude iniciar en ese momento porque me tuvieron que hacer transfusiones”, señaló.
Siguiendo con el relato, contó que “el primer tratamiento me lo tomé mal físicamente. Adelgacé mucho y estaba pésimo. Pero igual estaba tranquila, porque en el fondo nunca tuve miedo o pensé que me voy a morir, sino que pensaba que esto se iba a curar, pues había un 85% de probabilidades que así fuera”.
Agrega que “empezamos la terapia y el tumor empezó a responder bien, pues se achicó. Estaba dentro de los pacientes que respondía a la radioterapia, porque era grande, como de 5 o 7 centímetros”. No obstante, sostuvo que terminó la terapia en Valparaíso y se vino a La Serena a esperar el control de los 3 meses y hacerse otra vez un escáner. Al cabo de este periodo, llevó entonces, el examen al doctor que la atendía en el Hospital Van Buren para que lo pueda revisar.
“El doctor me mira y me dice que me veía bien, le paso el examen y como que yo noto que cambia su cara y me pide hacer el PCT, pero particular, que no podíamos esperar por FONASA porque se demoraba harto”, indica.
“Yo quedé media bloqueada y como andaba con una tarjeta de crédito de mi papá, le dije que sí podía hacerme el examen y me dio la orden. Fui a la Clínica Reñaca y me hice ese examen, que es el que tiene más precisión para detectar los focos de células cancerígenas, porque detecta donde hay alta actividad metabólica, que son asociadas a estas células. Ahí detectó que, si bien el tumor había desaparecido en el cuello del útero, ahora habían dos focos de células de cáncer. Los médicos hicieron un comité y resolvieron mandarme a hacer otra vez una radioterapia de rescate, más quimioterapia, todo esto en Valparaíso”, relata Camila.
Tras la terapia, explicó que el cáncer se había extendido al cuello uterino. “Era un cáncer con metástasis en etapa IV”, afirma.
“Aunque sin un examen, me dijeron todo lo que podía pasar, pues si era etapa IV los pronósticos no eran muy buenos. Además, el sistema público solo me ofrecía la quimioterapia paliativa, pero tenía un porcentaje bajo de funcionar - de un 20% -, pero que habían drogas más caras, aunque no se podía acceder a ellas por FONASA”, señaló.
Tras dejar Valparaíso, retornó a La Serena y fue a un oncólogo que le habían recomendado. “Me dijo que era la paciente con cáncer más joven que había visto. Le paso el examen y cuando lo lee, noto que se descompone un poco. Me dijo que había una inmunoterapia que tenía buenos resultados para este cáncer que yo tengo, que al parecer es muy agresivo, porque no resultaron las terapias que deberían haber resultado. Y me habló del pembrolizumab que tiene un costo de alrededor de 16 millones de pesos, pero que en el GES está solamente indicado para tres tipos de cáncer: de pulmón, de cuello y de cabeza”, explicó.
En esa línea, destacó que “esta inmunoterapia te da una esperanza. De hecho me pasó un paper sobre este cáncer y (este medicamento) aumenta la esperanza de vida desde 24 meses en cerca del 50%. Entonces, me dijo que la vía más rápida para acceder al pembrolizumab era a través de la vía legal, que buscara un abogado y que tenía que presentar un recurso de protección por derecho a la salud y a la vida”.
En efecto, actualmente, dice, “estoy en eso, con un abogado para llevar este caso a tribunales y poder acceder a la pembrolizumab. También ya empecé con las quimioterapias paliativas, que son cada 21 días en el hospital de La Serena. La idea es que cuando uno toma esta inmunoterapia se haga en paralelo con las seis quimioterapias que me recetaron. Tengo la esperanza que por ahí pueda salir antes que yo termine las quimioterapias”.
ATENCIÓN SEGURA
Consultado por El Día, el doctor Javier Elorza, jefe de la Unidad de Oncología del hospital de La Serena, se refirió a la actual situación de Camila Villazón, expresando que, como equipo, “empatizamos con la situación de salud que está atravesando la paciente. Como hospital de La Serena, hemos abordado en todo momento su necesidad de salud conforme al arsenal farmacológico disponible en nuestro establecimiento y de acuerdo con las guías de prestaciones definidas en el marco de las garantías explícitas en salud (GES)”.
Al respecto, agregó que “nuestro compromiso es brindar una atención segura y en estricta concordancia con la normativa sanitaria vigente, procurando siempre la entrega del tratamiento más oportuno disponible”.