por elmostrador
3 de julio de 2025
El estallido del silencio, donde el chileno con derecho a voto no lo ejerce o lo hace con una patada a la política tradicional, es lo que hemos visto en estas primarias oficialistas. La diferencia es que ahora la izquierda sabe que existe ese silencio , mientras la derecha cree que no le afecta.
Los resultados de las primarias son una derrota para la izquierda. El problema no es el número de votos obtenidos, que puede parecer muy similar a otras primarias, sino el hecho de duplicarse el número de electores que votan en un régimen de voto voluntario de entre 7 y 8 millones, versus un régimen de voto obligatorio en el que votan entre 13 y 14 millones.
El porcentaje de Jara entonces hay que dividirlo por dos para encontrar un equivalente funcional de 2021. El candidato de la izquierda llega a la presidencial con el 9% de los votos, mientras en 2021 entraba con el doble.
La derrota en esta primaria está dada porque la elección presidencial es con voto obligatorio por primera vez desde 1990. Esta elección será la primera de su tipo, solo comparable a la de 1989, cuando estaban todos inscritos y casi todos fueron a votar.
La izquierda entra a la carrera presidencial con una gran debilidad, porque si quiere llegar a segunda vuelta debe producir al menos entre 3,5 y 4 millones de votantes en primera vuelta. Y tiene solo 1,4 millones, es decir, tiene que multiplicar eso por 2,5 /3.
Otra lección que deja esta primaria es que mostró que los candidatos “ofrecidos” por el sistema de partidos no convocan a una masa que represente bien la izquierda. Más bien, en esta ocasión, representa el voto más de izquierda, que podría caracterizarse en una escala de 1 a 10, entre el 1 y el 3. Es plausible sostener, entonces, que la izquierda más dura es el 9% del electorado. Sin embargo existe una izquierda más moderada que puede representar entre un 6 y un 10% del electorado, que se ubica entre el 3 y el 5 de la escala izquierda-derecha.
Es esa izquierda la que no fue convocada por ningún candidato; era el rol que se esperaba de Carolina Tohá, que terminó compitiendo en la cancha del 3 (es decir, la izquierda más dura) con Jeannette Jara.
A la Democracia Cristiana le pasó lo mismo después del gobierno de Aylwin: no supo recoger el voto DC existente, y fue minando su base partidaria. Existe un componente valórico del Socialismo Democrático que no se vio interpretado por los candidatos. Esa es la manera más brutal de expresar el resultado. Los candidatos no representaban lo que esperaba el votante de izquierda desafectado de la política.
En dicha desafección de la política, donde más del 70% tiene sentimientos negativos hacia ella, está la base de la falta de representación. Los líderes políticos han dejado que los chilenos les cuelguen epítetos negativos sin hacer ninguna defensa de la política. No existen los candidatos ángeles, sin mochila, sin pasado. Cada punto del pasado es un voto menos para un candidato determinado. Por eso Jeannette Jara obtiene tantos aplausos, porque no tiene mochila del pasado salvo la que arrastra su partido, del cual se alejó lo más posible. Es un círculo vicioso negativo en el que no existen las vías de escape simples.
Hay que romper cristales para despertar de nuevo la credibilidad, la confianza, la esperanza. El chileno ha dejado de creer en sus dirigentes, todos tienen algún pecado imperdonable. Eso es culpa de una clase política que se deja ningunear y trapear sin defensa alguna. Todos son corruptos, todos abusan del poder, todos dejan de cumplir sus promesas… es el infierno de Fuenteovejuna.
La desafección con la política puede llevar al electorado a dispersar su voto en la primera vuelta como ha pasado en tantas elecciones en América Latina, llevando la votación de mensajes populistas a tener unas minorías contundentes. Ello es grave porque eso tendrá también expresión en el Parlamento.
Hay que hacer una política al desnudo, asumiendo derrotas y mea culpa. Empezar de cero, sin rodeos, para enmendar el rumbo. Se acabaron las oportunidades para maquillajes.
Este electorado no se compra pomadas, se compra realidades, de esas que viven todos los días. Por eso que el tema de seguridad no produce votos, porque la realidad de la inmensa mayoría no es la seguridad, sino la precariedad del bolsillo. No se trata de pobres que no tienen comida, se trata de personas que no pueden llegar a fin de mes para mantener un estilo de vida que ellos creen digno. Este dejó de ser el Chile en que la gente se conformaba.
La desafección está arraigada en la falta de eficiencia de la política, de no satisfacer las necesidades de la gente, donde la espera en salud tampoco es el problema principal, lo principal son los bienes políticos intangibles como la igualdad ante la ley, el acceso a la justicia, la justicia, el acceso a la igualdad de oportunidades, la ausencia de discriminación, el trato, la dignidad y la desigualdad.
Con todo respeto al tema de género, lo importante no es tanto el género de la persona como la persona en sí misma como sujeto de derechos; ello incluye la igualdad de trato, como parte de ello, pero en su conjunto es de todos, no solo del género femenino.
La desigualdad como corolario de la suma de falta de bienes políticos es la base de la desafección hacia la política. Por eso que un silabario de políticas publicas sobre seguridad, salud, educación no es suficiente para recuperar la credibilidad de la política.
La izquierda debe volver a sus orígenes, no compararse con el contrincante. Ello implica saber desmantelar personalismos (que da para capítulo aparte), gobernar para la mayoría, mostrar que se puede desmantelar las desigualdades, hacer el decálogo de las desigualdades y trabajarlas como se ha trabajado la desigualdad de género.
La regresión autoritaria está instalada porque no tiene competencia. Es la protesta desinformada y a la vez la protesta valórica frente a la falta de desempeño. Existe un electorado que vota en contra de sus propios intereses y que descubre tarde lo que eso es.
La libertad, hoy, está redefinida por la derecha en temas de mercado. Se debe recuperar el valor de la libertad como bandera de la civilización para sentar las bases de una política de futuro.
El estallido del silencio, en que el chileno con derecho a voto no lo ejerce o lo ejerce con una patada a la política tradicional, es lo que hemos visto en las primarias oficialistas 2025. La gran diferencia es que ahora la izquierda sabe que existe ese silencio avasallador, mientras la derecha se queda tranquila porque cree que no le afecta a ella.
Los que sigan analizando la política como business as usual tendrán que sufrir derrotas como la del 29 de junio, mientras que aquellos que comprendan el mensaje fuera de la caja, lograrán representar.
En ese contexto, la elección presidencial está abierta. No necesariamente tiene que ganar la derecha tradicional, pues puede ser que Kast termine siendo una tabla de salvación frente a un populismo hoy desconocido. Puede que un liderazgo como Parisi termine acaparando tantos votos que ya sea llegue a segunda vuelta o bien le dé la entrada a Jara a la segunda vuelta. Todo puede pasar.
Es como que si alguien hubiera dicho hace 60 días que Chile tendría una candidata comunista a la Presidencia de la República, ¿quién habría dicho que era posible? ¿Quién habría dicho que la candidata de la derecha tradicional iba a ser reemplazada por la nueva derecha extrema que hoy no se ve tan amenazante como en 2021? Puede que un sinnúmero de candidatos de “centro” se autoproclamen representando el centro, dando el paso a Jara a segunda vuelta contra Kast. Puede que esta elección sea del antipinochetismo contra el anticomunismo. Todo puede ser, como hemos visto suceder en estas primarias.
El estallido del silencio manda hoy en el electorado y afecta a todos los actores.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.