por Espinof
17 de julio de 2025
Si odias a los Hombres G, la buena noticia es que ya no son el centro de la historia. La mala es que los han cambiado por Chimo Bayo y Seguridad Social
Creo que si en algo podemos estar todos de acuerdo es en que las películas familiares españolas, de un tiempo a esta parte, se han convertido, en su mayoría, en un embrollo intragable que tratan de imitar la fórmula 'Padre no hay más que uno': poco presupuesto, actores (niños y adultos) que claramente no saben cómo comportarse delante de una cámara sin que parezca la actuación de fin de curso de 3ºB, una dirección basada en el plano-contraplano y algún que otro amiguete que se pasee por ahí para dar de qué hablar. Súmale la promoción de turno en 'El Hormiguero' y 'La Revuelta', y directos a amasar dinero. Quizá por este panorama endémico he apreciado tanto que 'Voy a pasármelo mejor' trate de dar un paso más allá insuflando alma en un género que hace tiempo que está ingresado en la UVI creativa.
Exta sí, exta no
No esperaba, ni por un momento, que 'Voy a pasármelo mejor' tuviera el corazón gigantesco que tiene en sus tres tramas principales, abriendo la personalidad de cada uno de los Pitus en una dirección distinta. Pero claro, tristemente se ve constreñida por dos elementos ineludibles. El primero es su condición de musical, heredado de 'Voy a pasármelo bien'. En este caso, los Hombres G quedan a un lado para convertirse en un típico jukebox de canciones de los 80 (de 'Chiquilla' a 'Así me gusta a mí') que, por suerte, no es demasiado intrusivo y va un paso más allá de películas como la terrible 'El musical de los 80s y 90s'. Sin embargo, las interrupciones musicales, que en la primera entrega eran naturales, aquí se notan forzadas, teniendo que engancharse a una trama que ya no las necesita ni puede justificarlas.
El segundo es su autoconsciencia como secuela. No solo por la reducción de presupuesto y star system (aparte de un prólogo y un epílogo, los actores adultos no hacen acto de presencia), sino por la mera, y juguetona, premisa: los Pitus ahora se van de campamento. Sin embargo, y con todas sus cartas en contra, 'Voy a pasármelo mejor' sabe dar la vuelta a la situación y utilizarla para su propio beneficio, dando a cada uno de los personajes su evolución particular, mejorando su historia y convirtiéndoles en algo más que comparsas del protagonista. Particularmente, lo que hacen con Luis es increíble: ya robaba todas las escenas de la primera parte, pero aquí demuestra que puede mezclar la vis cómica con la sentimental mejor que la mayoría de los actores adultos de nuestro país.
Ana de Alva, que debuta en la dirección, ha conseguido hacer alquimia y crear una comedia familiar española más que digna, que en otras manos podría ser una majadería más al estilo 'Vacaciones de verano'. Sin embargo, se niega a conformarse con lo más básico y da una vuelta de campaña tanto en lo formal como en lo argumental. Las coreografías pierden cierto brillo, sí, pero lo ganan los momentos costumbristas, los paseos por el pueblo, las llamadas de teléfono o la atropellada vuelta a casa, rodados con una fotografía cuidada y una planificación inusual en este tipo de proyectos. Si Ana de Alva quería destacar en su primera oportunidad, desde luego, lo ha conseguido con creces. Ojalá haya alguien al otro lado tomando nota.
Limpios comedores, mucho deporte y cultura
Poco tiene que ver este campamento de verano con los de 'American Pie', 'Wet hot american summer' o 'Los incorregibles albóndigas', eso sí. Aquí no vas a encontrar locos números de slapstick o gamberradas salvajes de ningún tipo: se trata de la versión más blanca y pura de un retiro estival adolescente. Hay amores (no tan) pasajeros, realizaciones personales, madurez repentina y planes desesperados siempre en nombre de la ternura y el querer a larga distancia. 'Voy a pasármelo mejor' es profundamente naíf, sí, pero esa ingenuidad adolescente en plena era de la post-ironía le da un toque único.
Porque, ante todo, esta secuela, de manera inesperada, tiene muchísimo corazón, y no quiere quedarse en la simple narración de los eventos de un verano: evoluciona a sus personajes, les trata con cariño y les cuida hasta sus últimas consecuencias, incluso si por el camino pierde a parte de su público. Pero si el guion está medido hasta el extremo, su triunfo total llega de manos de sus tres actores principales, que han evolucionado notablemente a lo largo de los años entre ambas películas de la saga: Izan Fernández como protagonista, sí, pero especialmente Rodrigo Gibaja y Rodrigo Díaz, cuyos nombres, de manera incomprensible, no aparecen en el póster promocional pese a llevar sobre sus espaldas el peso de toda la película.
Más allá de una bastante típica trama amorosa (que es imposible no ver excesivamente barata y deudora de su primera entrega), Paco y Luis son los que aportan la verdadera sangre a 'Voy a pasármelo mejor' con dos tramas donde se explora el amor, el cariño adolescente, la fidelidad a uno mismo, los descubrimientos que solo pueden darse cuando tienes 15 años. Ambos son capaces de hacer reír, sollozar y emocionarse al público, haciendo que la trama principal, mucho más candorosa de lo que debiera, se acepte con mayor facilidad. El resultado final es tan agradable, digno, divertido y veraniego que es difícil salir con mala cara. Depende, supongo, de las veces que digas "woke" a lo largo del día.
A priori, 'Voy a pasármelo mejor' no tiene derecho a ser tan buena como es. Se trata, al fin y al cabo, de la secuela de una comedia musical juvenil española en unos tiempos donde eso es, prácticamente, sinónimo de debacle creativa. Y es probable que, a la hora de la verdad, parte de su público objetivo la vea así, como un sacadinero fácil, y cometa el error de no verla. Por suerte (y por sorpresa) supera a cualquier prejuicio a base de naturalidad, amor por sus personajes, cuidado por el detalle y una comedia tan inofensiva como hilarante a la que tan solo le sobran los insípidos números musicales. En definitiva, que estás que te sales, minerales.
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'Voy a pasármelo mejor' tiene alma propia y tanto corazón que supera a su primera parte. Ojalá nunca se hubieran puesto a cantar otra vez
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Randy Meeks
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