Un seguimiento de 24 años a más de 1,2 millones de niños en Dinamarca concluyó que las vacunas infantiles, incluidas las que contienen sales de aluminio, no generan riesgos de autismo, asma ni 50 otros trastornos crónicos. La investigación, publicada en Annals of Internal Medicine, fue liderada por el epidemiólogo Anders Hviid, del Statens Serum Institute.
“Es muy importante que los padres entiendan que no estamos inyectando metal a los niños”, señaló Hviid a NBC News, enfatizando que las propiedades químicas de las sales de aluminio usadas como adyuvantes en vacunas son distintas a las del aluminio puro y que llevan más de 70 años utilizándose de manera segura.
Durante el estudio, que abarcó desde 1997 hasta 2020, se revisaron diagnósticos médicos y registros nacionales de vacunación. Los resultados mostraron que la exposición a sales de aluminio antes de los dos años no se relaciona con un aumento de enfermedades autoinmunes, alérgicas ni del desarrollo neurológico.
Además, se evidenció que no existe una relación dosis-dependiente entre las vacunas con sales de aluminio y la salud de los niños. Según Edward Belongia, epidemiólogo jubilado que no participó en el estudio, esta es “la investigación observacional más grande y definitiva” que se haya realizado al respecto.
El informe también aclara que la cantidad de aluminio en las vacunas es mínima: un bebé vacunado recibe unos 4,4 mg en seis meses, frente a los 7 mg que consumiría a través de la leche materna y hasta 38 mg mediante leche de fórmula. La Organización Mundial de la Salud subraya que los niveles de aluminio tras la vacunación nunca superan los umbrales de seguridad.
Cada año, las vacunas infantiles salvan cerca de 4 millones de vidas, y los expertos coinciden en que este nuevo estudio debería disipar cualquier duda sobre su seguridad.