por 3DJuegos
3 de julio de 2025
Aunque nosotros la conocemos ya por ser puro patrimonio nacional, cuenta la leyenda que allá por el siglo XVI un viajero italiano llegó a Sevilla con intención de seguir su trayecto hacia América. Lamentablemente, tras enfermar al poco de subirse al barco, fue trasladado al Hospital de las Cinco Llagas, donde falleció sin dejar testamento.
Tras un año sin que nadie reclamase su cuerpo o sus pertenencias, las monjas que lo cuidaron abrieron su maleta y encontraron una preciosa talla de una virgen que terminaría convirtiéndose en la Señora de la Esperanza Macarena que hoy veneran con fervor tanto en España como en gran parte del mundo.
Pero pese a que la leyenda de la Macarena y su posterior escultura del siglo XVII parecen empezar ahí según la interpretación cristiana, hay otra corriente que va mucho más atrás. Una que, pese a la ausencia de evidencia histórica directa, sitúan el culto a la Reina del Cielo a otra diosa que se remonta incluso a antes de que naciera el cristianismo. A otra Diosa Madre que llevaba extendiéndose y transformándose por España desde el siglo VIII a.C.
La otra Macarena
Hace 29 siglos, antes incluso de que a Sevilla se le conociese como Híspalis en su era romana, las rutas comerciales del Mediterráneo llevaron hasta allí a los fenicios. En busca de aprovechar las rutas del Guadalquivir y explotar las minas de cobre y plata de Huelva, en aquella zona fundaron Ispal, y cerca de ella también crearon un templo a una de sus principales diosas: Astarté.
Símbolo de la fertilidad que también velaba por los cultivos y los animales, la diosa Astarté era a su vez una mezcla de otras divinidades conocidas de la antigua Babilonia y Mesopotamia, una costumbre evolutiva que daba continuidad a los cultos paganos y a la que también se atribuyen pasajes como el Diluvio Universal o los ritos con agua y vino que también se realizaban en el templo a Astarté.

El ejemplo de cómo los dioses griegos se convirtieron en los romanos, cambiando de nombre pero manteniendo las costumbres asociadas a ellos, es probablemente el mejor ejemplo de cómo los cultos no nacen de un día para otros, sino que se van transformando para abrazar lo que más conviene a los líderes y al pueblo de cada época.
En cierto sentido, es también lo que le ocurrió a la propia Astarté, que con la llegada de la romanización del Imperio Romano fue abandonándose y perdiendo relevancia en favor de otros dioses. Sin embargo, lejos de abandonarse, el culto a la diosa que ya se había extendido por la península ganó otra reinterpretación que terminaría absorbida por aquella nueva fe: el culto a Epona.
Entre Astarté y Epona
Conocida a día de hoy entre los círculos de jugadores por ser el nombre que se le da a la yegua de Link en The Legend of Zelda, la diosa Epona se veneraba entre los celtas por su vínculo hacia los caballos, la fertilidad y la prosperidad. Desechando el culto a Astarté, aquella nueva diosa fue absorbida por el Imperio Romano ocupando su lugar y extendiéndose por el resto de la península.
Aunque no ha trascendido un vínculo directo entre la diosa Epona y la posterior veneración de la Macarena, sí lo ha hecho la fecha de celebración que le rendía culto. Antes de que el 18 de diciembre se convirtiese en la festividad de la Virgen de la Esperanza Macarena, según la Iglesia católica, ese día se rendía culto a Epona como protectora del hogar, la fertilidad y el alma en el más allá.

Por las similitudes entre las distintas diosas, y la evolución de esa Gran Madre ancestral a la que los distintos cultos llevan haciendo referencia desde hace siglos, ya fuese con símbolos de abundancia como las conchas o con ritos de purificación como los del agua y el vino, hay corrientes que sostienen una continuidad y transformación cultural que atarían a Astarté, Epona y la Macarena como grandes símbolos de la región.
Las fuentes cristianas, por otro lado, mantienen que la ausencia de evidencia histórica de esa transformación es más que suficiente para descartar su relación, y que el origen de la Macarena no responde a ningún mito local por mucho que Astarté y la Maracena sean ambas Reina del Cielo, o sin importar que Epona y la Macarena compartan fecha de celebración.
Imagen | QuartierLatin1968
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25 siglos antes de que naciera, en Sevilla ya se rendía culto a la Macarena, pero la conocían con otro nombre
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Rubén Márquez
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