por Hipertextual
7 de junio de 2025
Bring Her Back, la segunda película de Danny y Michael Philippou, es el regreso de los directores a su extraño punto de vista sobre el duelo y el miedo. De la misma manera que en Háblame (2022), la cinta explora en una historia en que el sufrimiento extremo es la puerta hacia lo sobrenatural y después, lo monstruoso. Pero esta vez, el dúo de realizadores toman la decisión de ir más allá, que solo reflexionar sobre el terror a la muerte, para enfocar la trama en algo más tenebroso. Lo que cualquiera haría por traer de vuelta a un ser amado que perdió.
Pero con Bring Her Back, los Philippou dan un paso aún más arriesgado. Esta vez dejaron de lado el ritmo acelerado y el humor negro que marcaban su ópera prima, para sumergirse de lleno en un relato crudo y sin escapatoria. Desde el inicio, cuando dos hermanos encuentran el cuerpo sin vida de su padre, la historia deja claro que aquí no hay espacio para la esperanza. La película es densa, sin alivios cómicos, sin adornos. Cada escena está cargada de tristeza, de tensión, de un miedo que parece nacer más del dolor humano que de lo paranormal.
Esta vez, los fantasmas no aparecen de forma evidente, sino que se sienten en el ambiente. El horror es más emocional que visual, más sugerido que evidente. La apuesta de los Philippou no es fácil: construyen un drama familiar disfrazado de película de terror, donde la presencia de lo sobrenatural sirve como una metáfora del deseo desesperado de recuperar lo perdido. No se trata de una secuela ni de una continuación de su primer filme, pero sí comparten una misma obsesión. La de convertir la muerte en un enemigo a vencer.
Dos personajes marcados por el abandono
En el centro de la historia están Andy (Billy Barratt) y Piper (Sora Wong), dos hermanos que intentan adaptarse a una nueva vida tras perder a su padre. Son niños que no deberían cargar con tanto dolor, y, sin embargo, se ven obligados a madurar demasiado pronto. Andy, el mayor, adopta un rol protector, mientras que Piper muestra una fragilidad que conmueve.
Ambos son acogidos por Laura (Sally Hawkins), una mujer que ha sufrido también una pérdida profunda y que, con buenas intenciones, trata de construir una nueva familia con ellos. Sin embargo, pronto queda claro que Laura no está bien. Su tristeza se convierte en obsesión, y su necesidad de llenar el vacío la lleva a comportamientos cada vez más inquietantes.
Sally Hawkins interpreta a Laura con una mezcla de dulzura y desequilibrio que hiela la sangre. En la casa también vive Oliver (Johan Wren Phillips) un niño silencioso que añade un elemento aún más perturbador. La película construye una atmósfera pesada, donde nada parece seguro, y cada gesto esconde una amenaza. No es una historia de monstruos, sino de heridas mal cerradas, de vínculos que se tuercen cuando el amor no sabe dejar ir. El terror está en lo cotidiano, en lo que se calla.
Realidad y locura se confunden en 'Bring Her Back'
Una de las decisiones más interesantes del filme es su forma de jugar con la percepción del espectador. No siempre es claro qué está pasando realmente. La película está llena de señales ambiguas, de imágenes fragmentadas, de momentos que podrían ser recuerdos, visiones o simplemente delirios. Laura empieza a realizar rituales que no se explican del todo, como si tratara de revivir algo o a alguien, y aunque no se nos dice qué busca, comprendemos que está dispuesta a cruzar cualquier límite. Esa incertidumbre constante es uno de los grandes aciertos del relato: el espectador nunca tiene el control.
El miedo se construye a partir de lo que no se muestra, de lo que se sugiere. Los Philippou no subrayan nada, confían en que el público leerá entre líneas. Lo que inquieta no son los sustos, sino la sensación de que todo está a punto de quebrarse. Cada plano parece cargado de algo oculto, como si la casa misma guardara secretos que nadie se atreve a revelar. Bring Her Back es una película exigente, pero poderosa. Logra que el espectador se sienta atrapado, no por los fantasmas, sino por la tristeza profunda de sus personajes.
La cinta avanza entonces hacia lugares más oscuros. Cada escena es más dolorosa que la anterior, y no hay final feliz a la vista. Laura, cegada por su necesidad de recuperar lo que ha perdido, toma decisiones que arrastran a todos los que la rodean. No hay villanos claros, solo personas rotas que intentan llenar sus vacíos como pueden. El amor, en este contexto, se vuelve peligroso: deja de ser refugio para convertirse en prisión.
Una apuesta arriesgada para ‘Bring Her Back’
El terror en Bring Her Back no es algo externo que ataca, sino una emoción que se desborda. Los Philippou demuestran que no necesitan grandes efectos ni criaturas espeluznantes para provocar miedo. Les basta con mostrar el dolor humano en estado puro. Y eso, muchas veces, es más difícil de soportar que cualquier monstruo. Con esta segunda película, confirman que su cine no está hecho para entretener de forma fácil, sino para remover al espectador.
Bring Her Back es una obra intensa, dura, pero también necesaria. Sobre todo, porque se cuestiona acerca duelo, en cómo manejamos el amor cuando se convierte en obsesión. No es una película que se disfrute. Es una que se sobrevive. Y luego, uno la recuerda. Durante mucho tiempo.