por Hipertextual
21 de junio de 2025
Harta, la nueva película de Netflix, deja claro desde sus primeras escenas que no está aquí para suavizar o disimular la realidad. Lo que comienza con imágenes triviales —vajilla sucia, un hogar desordenado, la imagen de una mujer cansada— se transforma rápidamente en una especie de radiografía emocional. El director y guionista Tyler Perry, conocido por su inclinación hacia el melodrama, mantiene su sello, pero esta vez con una intención más directa. En lugar de utilizar el dolor como espectáculo, lo convierte en un detallado relato sobre la vida de una mujer en mitad de una crisis personal a gran escala.
Para eso, la trama sigue a Janiyah (Taraji P. Henson) una madre en medio de la pobreza que no solo carga con el mundo, sino con la sensación de que todo está en su contra. Aunque no está libre de excesos, esta película logra incomodar al espectador con verdades sociales crudas. De modo que la historia da giros trágicos sin caer del todo en lo gratuito, porque cada evento, por exagerado que parezca, se siente alarmantemente real.
La protagonista no tiene un día malo: tiene una demolición emocional en cámara lenta. Como madre soltera negra, su rutina es una lucha constante por sostenerse y cuidar de una hija con múltiples padecimientos. Perry no escatima en adversidades, y eso podría percibirse como saturación si no fuera por la precisión con la que la actriz interpreta el derrumbe.
Los golpes llegan uno tras otro: un despido injusto, un banco que la deja sin fondos, servicios sociales que le arrebatan a su hija, y un sistema legal que reacciona con violencia desproporcionada. Todo esto sucede sin pausa, como una coreografía de injusticias que reflejan una maquinaria social rota.
Del colapso personal a un crimen violento
La dirección de Tyler Perry, aunque excesiva en algunos momentos, logra que esta sucesión no pierda impacto. En lugar de confundir, cada desgracia se siente más real. Hay algo perversamente eficaz en cómo se nos niega el respiro. El espectador queda atrapado en un ritmo que no busca entretener, sino angustiar. Y es en esa exageración, donde Harta encuentra su fuerza: no como denuncia sofisticada, sino como una dolorosa perspectiva sobre la violencia institucionalizada.
La situación llega a su punto de quiebre cuando Janiyah es testigo de un crimen mientras intenta cobrar su cheque por despido. En medio de la confusión toma un arma y, sin planearlo, se ve envuelta en un secuestro bancario con rehenes. Lo que podría parecer un giro forzado, se logra con tal tensión que el absurdo se vuelve creíble. El guion aprovecha esta encerrona para establecer nuevas dinámicas emocionales. De modo que entra en escena la detective Raymond (Teyana Taylor), cuya voz se convierte en una de las pocas sensatas en medio de la tragedia.
Desde el otro lado del teléfono, representa una mirada empática dentro de un sistema que tiende a deshumanizar. Al otro extremo, la cajera Nicole (Sherri Shepherd) se hace una inesperada aliada dentro del banco, dando a Janiyah, y al espectador, un mínimo respiro emocional. Este triángulo, que se logra más con silencios y miradas que con acción, es el corazón del clímax. La toma de rehenes deja de ser un escenario de tensión para convertirse en un espacio de confesión, donde la rabia acumulada de Janiyah se expresa. Tyler Perry, en una de sus buenas decisiones, permite que este momento se convierta en un centro de alivio en medio de una historia cada vez más trágica.
La fina línea entre el drama y la exageración en ‘Harta’
Harta basa su impacto en lo extremo. A veces roza lo teatral, como si el guion quisiera golpear al espectador con cada línea. Hay escenas donde la carga dramática se siente sobreactuada, especialmente cuando Janiyah cae de rodillas bajo la lluvia, gritando al vacío. Pero incluso en esos momentos, Henson logra sostener la credibilidad con una entrega que nunca se quiebra del todo.
Si la película se tambalea, es por el guion, no por su actriz. El momento cumbre, con un monólogo que funciona como manifiesto de todos los olvidados, encuentra en Henson una intérprete capaz de destilar impotencia, ternura y furia en una sola escena. Ella no interpreta a Janiyah: la habita.
Por otro lado, Tyler Perry, aunque propenso a los subrayados emocionales, consigue que el melodrama no solo sea estilo, sino estructura. Y aunque el ritmo se vea interrumpido por subtramas innecesarias —especialmente el juego de poder entre policía local y FBI—, la historia siempre regresa al rostro de Janiyah. Ahí, en sus silencios y gritos, es donde se escribe lo esencial y centro emocional de la película.
Una película complicada de definir
Harta no es una película pulida. Es desordenada, emocionalmente saturada y llena de decisiones de guion arriesgadas. Pero ese caos sostiene su mensaje central. La acumulación de problemas, la línea fina entre tragedia y caricatura, intenta lograr la representación de una indignación colectiva. Janiyah no es solo una mujer en crisis, es el eco de millones que lidian con los efectos y consecuencias de un sistema hostil.
La película se sobrecarga por momentos y no todo funciona. Algunas secuencias sobran y buena parte de los diálogos son más explicativos que necesarios. Sin embargo, entre lo obvio y lo excesivo, surgen momentos de una sinceridad brutal. El final, aunque contradictorio, encaja con la lógica interna del relato: después de tanto sufrimiento, solo queda el derecho a imaginar otra posibilidad. Que esa posibilidad sea una fantasía, no le quita peso.
Al contrario, lo refuerza. Porque Harta no quiere ser realista: quiere ser urgente. En su imperfección, encuentra su valor. Y eso, en tiempos donde la empatía se vuelve un lujo, no es poca cosa. No será cine refinado, pero sí uno lo bastante honesto para conmover. Lo mejor que puede decirse de una película tan compleja de comprender a fondo.