por Hipertextual
27 de agosto de 2025
El 27 de agosto de 1883, el volcán Krakatoa tembló con una fuerza devastadora. Su brutal erupción hizo desaparecer casi por completo la isla de Rakaya, en Indonesia, y le costó la vida a más de 36.000 personas. Algunas murieron directamente por la erupción, que provocó el colapso de la caldera del volcán. Otras ahogadas por las olas de más de 46 metros que se originaron en consecuencia. Se considera uno de los eventos volcánicos más mortíferos de la historia, pero en lo que realmente batió récords es en lo referente a su sonido, ya que produjo el sonido más fuerte del mundo.
A lo largo de la historia no se ha registrado ningún sonido tan potente como el de aquella erupción del Krakatoa. Fue tan fuerte que se escuchó en Australia, a más de 3.000 kilómetros, y en algunas islas del Índico a casi 5.000. Todo esto, lógicamente, se sabe por testimonios recogidos en aquella época.
Además de haber provocado el sonido más fuerte del mundo, esa erupción del Krakatoa se conoce por haber enfriado el planeta y por provocar que la luna se tiñera de azul. Aunque en realidad fue un efecto visual. Lógicamente, el satélite se mantuvo del mismo color.
¿Cómo se produjo el sonido más fuerte del mundo?
Se calcula que aquella explosión del Krakatoa tuvo la intensidad de una bomba de 200 megatones. La bomba de Hiroshima tuvo una potencia de 15 kilotones o, lo que es lo mismo, 0,015 megatones. La explosión del Krakatoa, por lo tanto, fue 13.000 veces más potente que la bomba de Hiroshima.
Se reportaron testimonios sobre su sonido en lugares tan alejados como las islas Andaman y Nicobar, en la India, Nueva Guinea y Australia. Por eso se le considera el sonido más fuerte del mundo. Ni el volcán Tambora, cuya erupción, ocurrida en 1815, se considera la más mortal de la historia, ni el evento de Tunguska, en el que un meteorito arrasó con su explosión en 1908 más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque siberiano, lograron superar ese sonido.
Hasta la Luna cambió por la explosión del Krakatoa
La explosión del Krakatoa liberó a la atmósfera una gran cantidad de ceniza y gases de diversa índole. Todo esto dio lugar, para empezar, a una disminución de 0,6 ºC en la temperatura promedio de la Tierra durante los meses anteriores. Se había formado una especie de cortina que impedía que las radiaciones solares llegasen a la superficie de la Tierra para calentarla.
Por otro lado, las partículas volcánicas eran más pequeñas que una micra, solo un poco más anchas que la longitud de onda del espectro electromagnético correspondiente a la luz roja. Prácticamente iguales. Esto significa que, cuando las radiaciones solares incidían sobre esas partículas, se dispersaba la mayor parte de la luz roja. Sin embargo, otras longitudes de onda, como las correspondientes al azul, podían pasar sin problemas. El resultado era muy similar a cuando miramos una imagen a través de un filtro azul. El mundo se coloreó de este tono y sobre todo se vio en la Luna, que de repente ya no tenía su característico tono grisáceo, o rojizo al amanecer y atardecer. Ahora la luna parecía de color azul.
Todo esto fue lo que produjo aquella explosión de la que hoy es el aniversario. Han pasado 142 años y aún no ha habido ningún sonido que le quite el récord. Si finalmente este llegara, esperemos que no sea tan destructivo, pues el del Krakatoa fue un desastre que pasó a los anales de la historia por una de sus puertas más terroríficas.