por Meganoticias
4 de julio de 2025
Llevamos siete películas. Siete historias desde 1993 hasta hoy. En épocas de franquicias, remakes, ideas agotadas y la renuncia absoluta a soltar a los ídolos de antaño, no sorprende que estemos ante el estreno en cines de la séptima película de Jurassic Park. Ninguna, ni cerca, ha sido esa agua en el desierto que fue la película original de Steven Spielberg.
Jurassic Park (1993) fue revolucionaria por donde se la mire. Los efectos especiales fueron brutalmente impactantes para la época. La sinfónica unión de un elenco tremendo, de personajes carismáticos y un John Williams en estado de gracia sentimental, crearon una de las películas más grandes de la historia. Spielberg se repitió el plato con El Mundo Perdido (1997), una película que, ni de cerca, fue tan impactante como la primera, pero sumamente divertida en su primera mitad y muy oscura y violenta en la segunda. Spielberg en un mal día sigue siendo mejor que todos.
Y desde 2001 comenzó el desfile de directores tomando la franquicia. La injustamente vapuleada Jurassic Park 3, la interesante pero conformista Jurassic World, la errática El Reino Caído y la horrible Dominio. Nadie ha podido replicar la gracia de Spielberg y aquellos valientes que buscaban el elemento diferenciador se veían damnificados por los errores o por la misma sombra amenazante de aquel T-Rex que acechaba su legado franquiciado. Ahora llega Gareth Edwards.
Edwards es un gran director. Fanático absoluto del cine de monstruos, debutó en Monsters, lideró la nueva franquicia de Godzilla en 2014 y trajo al mundo la mejor película de Star Wars del siglo: Rogue One. Un nombre de peso que se suma a David Koepp en el guion (responsable de Jurassic Park) y a los actores Scarlett Johansson, Jonathan Bailey y Mahershala Ali.
Jurassic World: Renace comienza como un calco de la original: una escena en un laboratorio donde algo sale mal y un dinosaurio destruye todo (toma, teoría del caos), y luego pasamos a un millonario que decide armar un grupo de científicos y civiles para explorar una isla. Hasta ahí no más. Luego, la película se parece más a Jurassic Park 3 que a otra cosa. Y no lo digo desde lo negativo, Renace toma más elementos del cine de explotación que de otra cosa; un cine clase B, pero con presupuesto masivo.
La historia es simple, muy simple. Nuestro grupo de protagonistas deberá ir a una isla plagada de dinosaurios para sacar una muestra de sangre de los tres animales más grandes. Allí descubrirán que la isla era usada para crear dinosaurios mutantes. En esa aventura ocurren los clásicos y repetitivos clichés de esta saga: el personaje odiable será comido, la eterna amenaza, el momento emocional en la planicie con John Williams de fondo y todos aquellos elementos previsibles que hacen que esta película carezca de un factor sorpresa.
Más cerca, por momentos, de Tiburón y Alien que de Jurassic Park, la película da cuenta del fanatismo de Edwards por el cine de monstruos. Y se siente como cine de explotación total: la misma idea de una isla de desechos mutantes es fascinante y la filmación de las escenas de acción es sublime. Esa locura mal interpretada de la tercera película se replica en Renace.
Pero la tercera tenía a William H. Macy y al Dr. Alan Grant. La tercera tenía personajes que recordamos, incluso que queremos. De eso carece Jurassic World: Renace: sus personajes son planos y poco interesantes. No nos importa si se los come un dinosaurio; el personaje de Scarlett Johansson no tiene ningún rasgo memorable. Y ahí está el otro pecado de esta película: no es memorable. Más allá de la espectacular escena en la que aparece el T-Rex, no creo que otro momento me dé vueltas en la cabeza muchos días más. Se siente vacía y eso, aunque sea un blockbuster, es fatal.
Tal vez le cargamos la mano. Tal vez, si no fuera parte de la franquicia de Jurassic Park, no seríamos tan duros con ella. Son zapatos gigantes y Gareth Edwards no necesita tratar de ponérselos; su calce ya es más que suficiente. Jurassic World: Renace es un generoso proyecto de cine de explotación, con los pecados de una franquicia que ya no tiene más para dar, pero que está obligada a emitir más historias. En el peor de los casos, un nuevo intento fallido de la saga. En el mejor de los casos, un teatral festín de acción, violencia y algo de humor.
Un blockbuster para escapar de los problemas ciudadanos. Escapar a una isla donde todo te puede matar.