por elmostrador
17 de julio de 2025
Desde hace décadas que el crecimiento económico en Chile se confunde con desarrollo; y no solo en los partidos de derecha y sus economistas.
El crecimiento se considera la solución a todos los males de Chile. Se ha convertido en la obsesión de empresarios, políticos y economistas, y de signos diversos. En todos o en casi todos. No les importa el tipo de crecimiento, su estructura sectorial o regional, sus beneficiarios o sus impactos. Y, ahora, con elecciones en marcha, el discurso del crecimiento ya lo estamos escuchando a diario.
Sin embargo, antes de 1990 la principal preocupación de los opositores a la dictadura no era el crecimiento sino el desarrollo. Especialmente los economistas del Cieplan cuestionaban el modelo económico instalado por el pinochetismo, que ponía en el centro el crecimiento y todo el resto venía por derrame.
Alejandro Foxley, entonces director del Cieplan, fue el más categórico crítico al modelo económico instalado por Pinochet y los Chicago Boys, por su “creencia ingenua en el libre mercado no regulado”, cuestionando precisamente la “total ausencia de una concepción global del desarrollo” (Foxley, A. y otros, Reconstrucción Económica para la Democracia, Ed. Aconcagua Cieplan, 1983, pp. 15 y 16, Santiago, Chile). Posteriormente, como ministro de Hacienda y luego canciller de la Concertación, su discurso cambiaría radicalmente, aceptando la concepción de crecimiento que se ha instalado en el país.
Desde hace décadas que el crecimiento económico en Chile se confunde con desarrollo; y no solo en los partidos de derecha y sus economistas.
El expresidente Ricardo Lagos, militante socialista, en un seminario empresarial, en 2017, sentenció que “la tarea número uno de Chile es crecer, y todo lo demás es música” (Seminario Moneda Asset Management, 03-08-2017).
Desde luego, los empresarios lo aplaudieron a rabiar; pero los músicos se sorprendieron, porque dudaron del aporte que su arte ha tenido para construir belleza y alimentar el desarrollo humano, a lo largo de nuestro país.
Los biólogos deben considerar equivocada la afirmación de Lagos, porque esa ciencia sabe separar crecimiento y desarrollo, aunque ambos sean fundamentales. El crecimiento es el aumento del número de las células de un organismo con el tiempo. Pero el desarrollo es un proceso más complejo, en el que un organismo cambia de una sola célula a un organismo multicelular más complejo, y se ocupa de estructuras, funciones y habilidades del organismo.
En el ámbito económico, como se sabe, se utiliza el producto interno bruto (PIB) para medir el crecimiento de la producción de bienes y servicios en un período determinado. Pero el que una economía crezca no quiere decir que se desarrolle, porque el desarrollo nos habla sobre estructuras productivas, distribución regional del crecimiento, frutos del crecimiento entre el capital y el trabajo y también avances en la productividad, la tecnología y calidad de la fuerza de trabajo, entre otras complejidades.
El contrate entre crecimiento y desarrollo queda en evidencia en el caso de Guinea Ecuatorial. Con el descubrimiento y explotación de yacimientos petrolíferos en este país, el PIB per cápita aumentó notablemente, desde 1995 hasta año 2008. Pero la actividad productiva no se difundió al conjunto de la economía y los beneficios petroleros fueron apropiados por una minoría (que controla con mano férrea y corrupta el gobierno) y por las compañías internacionales. En los últimos años, el PIB de Guinea Ecuatorial ha caído fuertemente, debido al agotamiento de las reservas de petróleo, y poco dejó el crecimiento de los años prósperos para progreso social y un desarrollo integral.
Es probable que el mismo fenómeno se repita ahora en la cercana Guyana si ese país se obnubila con el crecimiento y no centra sus preocupaciones en el desarrollo. En efecto, gracias al descubrimiento y explotación de abundantes pozos petroleros, el PIB ha crecido en un 60% el 2002 y 33% en 2023 y 43,6% el 2024; pero tampoco en este país se observan, por ahora, políticas integrales en favor de un desarrollo integral.
Entonces, lo que está más allá del crecimiento no es música, como ha dicho Lagos. Es fundamental y, por ello, Naciones Unidas ha construido los Índices de Desarrollo Humano, en cuya elaboración ha participado el Premio Nobel Amartya Sen.
Sen señala, con propiedad, que “el crecimiento no es más que un número”, porque una tasa de crecimiento nada dice sobre desigualdades. económicas o injusticias sociales ( “El desarrollo es más que un número”, entrevista en BCC, 04-11-2010).
A su vez, el economista Stiglitz, también Premio Nobel, ha sido perseverante en sostener que el desarrollo se diferencia del crecimiento, porque este no tiene presente ni equidad ni sostenibilidad (“El desarrollo no es sólo crecimiento del PIB”, en Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 13, marzo, 2002, Flacso, Quito, Ecuador).
En consecuencia, a diferencia del discurso instalado en Chile, el crecimiento no lo es todo. Para que adquiera valor y significación real requiere estar acompañado de equilibrios sociales, territoriales y medioambientales. Así, el crecimiento deja de ser una cifra y se convierte en desarrollo.
Entonces, el crecimiento no es primero y el resto viene después, como dicen algunos amigos míos.
Más allá de mirar la tasa de crecimiento del PIB, hay que explicarse el tipo de estructura productiva que funda ese crecimiento; el tipo de empleo que genera y si este es precario y favorece la informalidad; el grado de concentración de la riqueza; y, por cierto, los sistemas de educación, salud y previsión social que permiten ese tipo de crecimiento.
Es decir, no sirve cualquier crecimiento. Se necesita un tipo de crecimiento que promueva equilibrios económicos, sociales, territoriales y medioambientales. Eso es desarrollo.
Entonces, en el caso de Chile, al observar el agotamiento del modelo económico en curso, nos damos cuenta de que el crecimiento ciego resulta inútil y, por tanto, hay que darle orientación, impulsando transformaciones, tanto para recuperar la actividad económica, elevar la productividad y también para enfrentar las desigualdades.
La preocupación estricta por el crecimiento y el abandono del desarrollo en los años de la transición chilena cerró las puertas a la diversificación productiva, favoreciendo estrictamente la explotación de recursos naturales; y, tampoco se avanzó en la calidad del sistema educativo, mientras la inversión en ciencia y tecnología se convirtió en discurso retórico.
Consecuentemente, crecer sin dirección entregó a la política económica la exclusiva tarea del ordenamiento macroeconómico, mientras el mercado se quedó con la responsabilidad de orientar los recursos hacia las actividades productivas. Es lo que favoreció la explotación intensiva de los recursos naturales, mientras el Estado, con su comportamiento generoso con el extractivismo, ha cerrado las puertas a políticas productivas que promuevan la producción de bienes y servicios de transformación.
Así las cosas, el tipo de crecimiento que ha caracterizado al país ha conformado una economía rentista, depredadora de los recursos naturales, con empresarios facilistas, sin interés por innovar.
Para salir de la debilidad económica y terminar con una productividad estancada, el país necesita enfocarse en el desarrollo. Es lo que permitirá dar dirección al crecimiento y simultáneamente enfrentar las desigualdades.
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