por 3DJuegos
5 de septiembre de 2025
The Legend of Zelda no solo es una saga de aventuras: es una auténtica joya cultural. Cada entrega de la franquicia funciona como un espejo donde se reflejan las mitologías y arquitecturas de todo el mundo. Desde templos que recuerdan a las ruinas camboyanas hasta criaturas que evocan leyendas japonesas, el universo de Hyrule es un remix de mitologías globales reinterpretadas a través de los ojos de Nintendo.
Lejos de ser una simple colección de referencias, esta mezcla le da a la saga un sentido de atemporalidad. Al jugar, sentimos que hemos estado allí antes, aunque sea en sueños o en cuentos que escuchamos cuando éramos pequeños. Zelda no nos presenta un mundo totalmente ajeno, sino una especie de mosaico de símbolos compartidos por toda la humanidad.
Hyrule como civilización perdida
Uno de los elementos centrales de la saga es la leyenda de Hyrule, un reino que tiene una evolución cíclica, ya que asciende, cae y renace en diferentes líneas temporales. Esa narrativa nos recuerda a las civilizaciones míticas perdidas, como la Atlántida o Shambhala en la tradición budista.
La idea de que haya un poder divino custodiado por sabios, que se corrompe por la ambición de los hombres, y que es finalmente restaurado por un héroe tiene mucho que ver con muchos mitos universales. No es casualidad, tampoco, que la Trifuerza tenga un parecido simbólico con amuletos y geometrías sagradas de culturas antiguas, desde los triskeliones celtas hasta los diagramas budistas.
Una de las formas más claras en que estas influencias aparecen dentro del juego es en la arquitectura. El Templo del Tiempo, recurrente en varias entregas, recuerda a las catedrales góticas europeas, con vidrieras, bóvedas y música coral que nos transmite ese poder espiritual de una iglesia medieval. Los templos de Ocarina of Time, especialmente el del Bosque y el del Espíritu, beben de influencias asiáticas, y este último, enterrado en el desierto Gerudo, es casi un homenaje a la arquitectura egipcia con esos pasadizos, estatuas colosales y cámaras funerarias que se parecen mucho a las pirámides.

En Twilight Princess, las ruinas del Templo del Lago nos recuerdan totalmente a Angkor Wat, en Camboya, con su mezcla de naturaleza y piedra en un estado más bien ruinoso. Incluso en Breath of the Wild, los santuarios Sheikah combinan el minimalismo japonés con la geometría futurista, como si fueran una reinterpretación de los torii sintoístas llevados al terreno de la ciencia ficción. Ya vemos que, en Zelda, la arquitectura nunca es algo neutro, sino que es una forma de contar la historia de un mundo marcado por tradiciones que parecen familiares y universales al mismo tiempo.
Criaturas con raíces en mitologías
Más allá de templos y símbolos, el bestiario de la saga también se inspira en tradiciones globales. Los Redeads, esas aterradoras figuras que se abalanzan sobre nosotros, nos recuerdan muchísimo a los ghouls árabes, muertos que acechan a los vivos. Los Stalfos, esqueletos guerreros, son una referencia clara de los soldados no muertos de los mitos europeos.
Los Kitsune japoneses, esos zorros mágicos capaces de transformarse, se dan un aire con las criaturas que pueblan bosques en diferentes entregas. Incluso los dragones que aparecen en Breath of the Wild y Tears of the Kingdom no responden al estilo europeo, sino al dragón oriental, que es largo, sinuoso y normalmente se asocia al agua y al equilibrio natural. En todos los casos, Nintendo logra que estas criaturas de orígenes tan distintos encajen de forma natural en el mundo de Hyrule.
Y, aunque sus influencias son bastante globales, Zelda nunca olvida sus raíces japonesas. La estructura de los templos, la reverencia a la naturaleza y la visión cíclica del tiempo son elementos profundamente nipones.

El propio concepto de un héroe que despierta tras un largo sueño, que es común en varias entregas, tiene mucha relación con leyendas japonesas como la de Urashima Tarō, un pescador que viaja a un reino submarino y, al volver, descubre que han pasado siglos.
Además, el papel de la princesa Zelda como guardiana espiritual se puede leer como el de la figura de las miko, sacerdotisas sintoístas que median entre lo humano y lo divino.
El desierto Gerudo y Egipto
Entre las inspiraciones más claras está la del pueblo Gerudo. Su desierto, sus pirámides y su estética nos recuerdan al Egipto faraónico. Ganondorf, el único varón de su pueblo y destinado a la ambición, puede verse como una figura cercana a los faraones divinizados que, al querer alcanzar el poder absoluto, desencadenaban catástrofes totales.
El uso de símbolos solares y de una arquitectura más bien monumental en sus templos refuerza esa conexión. Así, los Gerudo son una relectura de una de las civilizaciones más influyentes y misteriosas de la historia humana.
Lo que hace especial a Zelda es que no se limita a copiar referentes, sino que los integra en una narrativa coherente. Un templo puede recordarnos a Egipto, un dragón a China y un héroe a las leyendas celtas. Pero al final, todo parece parte de un mismo mundo.
Ese sincretismo es, quizá, lo que da a la saga esa sensación de familiaridad. Al jugar, no pensamos en ruinas camboyanas o en miko japonesas, sino en que estamos explorando Hyrule pero, aún así, de alguna forma lo reconcemos.

Gameplay como mito
Obviamente, no solo la estética o los enemigos están inspirados en la mitología, sino que también el propio gameplay. Si lo analizamos detenidamente, veremos que cada objeto legendario funciona como metáfora. La Espada Maestra, clavada en su pedestal, es una reinterpretación clara de Excalibur. La repetición cíclica de la lucha contra Ganon es una versión del eterno retorno, presente en religiones orientales. Además, los tres fragmentos de la Trifuerza (poder, sabiduría y valor) son virtudes universales, comparables a conjuntos sagrados en distintas culturas. En ese sentido, jugar a Zelda es participar de alguna manera en un mito vivo, donde cada acción responde a patrones narrativos ancestrales.
Parte del éxito intergeneracional de la saga está en este trasfondo. Al inspirarse en mitologías globales, Zelda se vuelve universal. Cualquier jugador, de cualquier cultura, puede reconocer en Hyrule algo que le resulta cercano, ya sea un templo, un héroe o un símbolo.
Eso explica por qué, casi 40 años después de su nacimiento, la saga sigue teniendo un aura legendaria. Zelda no solo cuenta historias sino que teje mitos compartidos a través de su propia reinterpretación.
En un tiempo en el que las mitologías antiguas parecen que solo pueden encontrarse en libros y museos, Nintendo ha sabido traerlas de vuelta en forma de aventuras interactivas. The Legend of Zelda las combina, las transforma y las devuelve al presente en una narrativa increíble.
Al recorrer sus templos, al empuñar la Espada Maestra, al salvar a Zelda, participamos en un mito que viaja de consola en consola, de generación en generación. Y quizá ahí esté su verdadera grandeza: en recordarnos que las historias de héroes, dioses y civilizaciones perdidas no pertenecen al pasado, sino que siguen vivas, reencarnadas en un reino llamado Hyrule.
En 3DJuegos | Nadie puede asegurar que la historia de Hyrule siga una línea temporal, aunque hay unas cuántas teorías intentando explicarla
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La noticia
He analizado todas las referencias mitológicas de The Legend of Zelda y da para escribir una tesis
fue publicada originalmente en
3DJuegos
por
Bárbara Gimeno
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