por Hipertextual
22 de junio de 2025
La edad dorada logró, desde su estreno, sorprender a los amantes de los dramas históricos. Eso, al convertir la historia de la aristocracia de Nueva York durante los últimos años del siglo XIX, en una historia universal. Un triunfo que Julian Fellowes — creador de Downton Abbey — alcanzó con un método ingenioso. Brindar a sus personajes problemas con los que la audiencia pudiera identificarse, a pesar del casi siglo y medio de diferencia.
Mucho más, hacerlos tan entretenidos para no caer en los habituales clichés de época acerca de romances frustrados o batallas entre clases. Y aunque La edad dorada también los incluye, lo hace con una sutileza inteligencia que brinda a la serie su poco común personalidad. A medio camino entre un melodrama corriente y una pieza histórica de altura, la serie de HBO sorprende por su capacidad para combinar elementos en apariencia disímiles.
De modo, que en el mismo capítulo puede haber tanto comentario social, de clase y hasta étnico, hasta bromas y conversaciones melodramáticas. La combinación logra que la producción no solo lleve a una nueva dimensión al género al que pertenece. A la vez, logra construir una historia que se ha vuelto más interesante de entrega en entrega. Para demostrarlo, te dejamos cinco cosas que hacen de La edad dorada el mejor drama de época actual. Desde su atención al detalle histórico en su argumento, hasta una puesta en escena impecable. Todo para los amantes y devotos de los grandes relatos ambientados en cruciales momentos históricos.
Un guion cuidadoso que toca varios puntos a la vez
La edad dorada cuenta varias historias a la vez y en todas, lo hace con inteligencia y un enorme respeto por los sucesos reales en los que se basa. Desde su primera temporada, la serie profundiza en un período especialmente significativo para la historia estadounidense. La década entre la década de 1870 y la de 1890, que ocurre inmediatamente después de la guerra de Secesión y antes de la llamada Reconstrucción. Diez años esenciales para la transformación económica, industrial y demográfica en el norte y oeste del país. También, el preludio de un conflicto social, que llevó a importantes desigualdades económicas y sociales.
En medio de un paisaje semejante, el guion narra la historia de dos familias, que representan, a grandes rasgos, la batalla por el liderazgo de Norteamérica. Por un lado, se encuentran los Russell, burgueses nacidos de la bonanza del sector financiero e industrial, con tanto dinero como para poder acceder a los mayores lujos de la sociedad. Al otro, los Brooks, que encarnan la vieja aristocracia, proveniente en su mayor parte de la emigración europea y que, hasta finales del siglo, dominaron el escenario financiero.
El choque entre ambas clases sociales fue inevitable y parte del argumento de La edad dorada, se beneficia de sus momentos más exagerados. Si en la primera temporada se indagó en el racismo de la época, en la segunda se muestra el enfrentamiento entre poder y abolengo. Ahora, para su tercera, la serie mostrará el rechazo social y los prejuicios sobre el romance, el amor y el poder. Temas que la serie toca con elocuencia, sin perder detalle del apartado histórico real.
Problemas reales en una época complicada
A diferencia de otros dramas de época como Bridgerton, La edad dorada no recurre a crear una realidad alternativa para contar su historia. Al contrario, utiliza el rico entorno del período en que se ambienta para explorar en diversos puntos polémicos. Es el caso de Peggy (Denée Benton), una mujer negra que, además, tiene talento para la escritura y decide dedicarse al oficio. Por lo que el personaje debe enfrentar una doble segregación. La de su identidad étnica y, por otro lado, su condición de soltera que no depende económicamente de un hombre.
También es el caso de Bertha Russell (Carrie Coon), esposa del magnate ferroviario George Russell (Morgan Spector). El personaje no solo es considerado como una recién llegada a la elegante Nueva York. También es el símbolo de una mujer determinada a no permitir que el prejuicio clasista en la ciudad limite sus opciones. En la primera y segunda temporada, se enfrentó directamente con Agnes van Rhijn (Christine Baranski), para demostrar su valor. Por último, lo logró al vencer la llamada Guerra de la ópera, una curiosa circunstancia real que la serie usó como escenario de la disputa entre familias.
Todas las situaciones anteriores suceden en medio de las limitaciones y restricciones morales, financieras y raciales de la época. Algo que brinda al guion mayor realismo, solidez y fluidez con respecto a otras producciones de la misma categoría en la televisión actual.
Una ambientación histórica fastuosa
En dramas de época como Outlander o El descubrimiento de las brujas, el pasado suele recrearse con una mezcla entre escenarios exóticos con la imaginación del creador de turno detrás de los créditos. Por lo que la decisión del director de fotografía británico, Manuel Billeter, resulta revolucionaria. Eso, al combinar construcciones de la época de Nueva York con una minuciosa recreación de salones, locales y hasta calles.
Por lo que La edad dorada muestra todo el esplendor de la sofisticada ciudad a finales del siglo XIX. Pero a la vez, toma en cuenta sus limitaciones y problemas. No es raro ver a los personajes quejarse de las calles empedradas o del paso de caballos, tampoco del lodo o de los espacios cubiertos de maleza.
Lo cierto es que la serie presta una especial atención a cómo la escenografía puede brindar no solo mayor realismo a la historia, sino darle una especial personalidad. Algo que la serie consigue con creces.
Un vestuario asombroso para ‘La edad dorada’
Por supuesto, uno de los puntos más atractivos de la serie, es el trabajo de la vestuarista Kasia Walicka-Maimone, nominada al Emmy por su trabajo en la producción. La artista encabeza un equipo de más de sesenta personas, encargadas de retratar no solo los lujosos trajes de los personajes.
También, maquillaje, estilismo y peinados, ajustados al período y sin olvidar ser lo más realista posibles. Por lo que la serie se aleja de la recreación al estilo Bridgerton — más cercana a una reinterpretación pop — para ser preciso y puntilloso. Algo más que evidente en la tercera temporada, cuando la familia Brooks recupera su estatus económico y lo muestra a través de su ropa y peinados.
Una visión optimista del futuro
A diferencia de otros dramas de época, La edad dorada no intenta reflexionar acerca del pasado desde una perspectiva retrospectiva, sino que lo que hace desde la visión del período que narra. Por lo que la serie está llena de buenas decisiones, como mostrar en toda su fastuosidad la llegada de la electricidad en la temporada uno. O el resurgimiento del teatro en la segunda.
Para su nueva entrega, la serie lleva esa visión a la llegada de una ola de nuevos artistas y personajes culturales a la ciudad. Por lo que, más allá de ser centro financiero y de la aristocracia, Nueva York comienza su evolución a ser el escenario del arte y la diversidad de Norteamérica.
Un punto que la tercera temporada explora de manera elegante y que conduce a un final sorprendente y que marca una nueva etapa en la producción. Todas buenas noticias para los seguidores de una producción que todavía tiene mucho que dar de sí.