por Xataka Móvil
4 de agosto de 2025
En los últimos años habíamos visto varias iniciativas cuestionables empleadas por el gobierno de Rusia en torno a las comunicaciones de la nación. Desde la prohibición de móviles hasta directamente dejar a la población sin conexión móvil con la guerra en Ucrania como coartada. Ahora, al comprar un móvil en el país se incluye sí o sí una aplicación: una app para gobernarlos a todos.
Internet soberano. Sí, Rusia ha dado un paso decisivo hacia la consolidación de un ecosistema digital propio y sometido a control estatal. A través de nuevas leyes firmadas por Putin, Moscú ha endurecido la lucha contra los métodos que los ciudadanos empleaban para acceder a aplicaciones extranjeras y contenidos prohibidos, al tiempo que ralentiza o limita servicios occidentales como YouTube.
Paralelamente, se está creando una red de alternativas nacionales, encabezadas por MAX, una aplicación de mensajería aprobada por el Estado que será obligatoria en todos los nuevos teléfonos móviles vendidos a partir del próximo mes. La estrategia busca forzar a los usuarios a migrar desde un internet abierto, dominado por productos occidentales, hacia un espacio cerrado, vigilado y fácilmente censurable, inspirado en el modelo chino de control digital.
De la libertad a la represión. Contaba el New York Times que, a diferencia de China, donde la red nació bajo fuertes restricciones, Rusia disfrutó durante años de un entorno digital abierto. Millones de ciudadanos recurrieron a plataformas occidentales para expresarse libremente, un fenómeno que se convirtió en una amenaza para el Kremlin cuando figuras como Alexéi Navalny usaron blogs y videos en YouTube para denunciar la corrupción de las élites y movilizar protestas masivas.
Desde entonces, Putin ha impulsado la idea de una “internet soberana”, un proyecto que tras la invasión de Ucrania en 2022 se aceleró con la toma de control de VK, la mayor red social del país, y la prohibición de Facebook, Instagram y Twitter, mientras se aprobaban leyes draconianas contra la disidencia tanto en las calles como en la red.
MAX: el proyecto. El lanzamiento de MAX apunta a replicar la centralidad de WeChat en China. No solo será una herramienta de mensajería, sino un portal indispensable para pagar facturas, reservar servicios, gestionar trámites y comunicarse con instituciones públicas. El plan es introducirla en la vida diaria hasta que resulte inevitable su uso, lo que permitirá al Estado vigilar no solo las conversaciones, sino también los hábitos de consumo y las interacciones sociales.
Qué duda cabe, el escepticismo es notable: intentos anteriores de lanzar aplicaciones estatales fracasaron y muchos ciudadanos son conscientes de que cualquier mensaje en MAX estará bajo supervisión. Aun así, la amenaza de restringir WhatsApp y Telegram, plataformas con decenas de millones de usuarios en Rusia, podría obligar a la adopción masiva de la nueva herramienta.
Contra las VPN. El mayor desafío para el Kremlin son las VPN, que siguen permitiendo el acceso a plataformas bloqueadas. Aunque no son formalmente ilegales, el gobierno ha bloqueado cerca de 200 y presiona a compañías como Apple para eliminarlas de sus tiendas. Plus: las nuevas leyes prohíben su publicidad y agravan las sanciones si se usan en delitos, mientras que los servicios de inteligencia trabajan en sistemas para identificarlas a nivel profundo en la infraestructura de la red.
Esta ofensiva busca cerrar el último canal de acceso a un internet libre, en un pulso constante entre censores estatales y proveedores tecnológicos que renuevan sus métodos para sortear las barreras.
Uso político. Más allá de las restricciones técnicas, el Kremlin combina el control digital con la represión judicial. Etiquetar los contenidos de Navalny como “extremistas”, encarcelar a blogueros nacionalistas por críticas al ejército o detener a gestores de canales influyentes son ejemplos de cómo el Estado castiga tanto a opositores como a voces incómodas del propio espectro oficialista.
A diferencia del pasado, en que se buscaba forzar a las grandes tecnológicas extranjeras a ceder mediante multas y presiones, la estrategia actual apunta más a eliminar y sustituir. Como resume el analista Andrey Zakharov, la consigna es clara: “bloquear, destruir y proveer un reemplazo”.
Aislamiento digital. Recordaba el Times que el resultado es un proceso de autarquía tecnológica en el que Rusia avanza hacia un internet aislado, con la capacidad de ser desconectado del resto del mundo a voluntad del Kremlin. Aunque sus capacidades aún distan de ser perfectas, el avance constante apunta a una determinación inequívoca: consolidar un espacio digital controlado, utilizable como instrumento de propaganda, represión y movilización social.
Así, si en el pasado Rusia fue ejemplo de apertura digital, hoy se encamina hacia un modelo de vigilancia total que, de consolidarse, alterará de forma irreversible la relación de los ciudadanos con la información, la política y, en último caso, con el mundo exterior.
Imagen | Pexels
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La noticia
Si te compras un móvil en Rusia te vas a encontrar la app MAX. Es la versión de WhatsApp para controlar a toda la nación
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Miguel Jorge
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