por Xataka Móvil
3 de agosto de 2025
Me saqué el carnet de conducir hace diez años largos y desde entonces siempre he hecho las mismas rutas sencillas en ciudades de provincias. Cuando en 2021 me fui a vivir a Madrid, casi dejé de conducir y ha sido en los últimos meses cuando me he atrevido a coger mi coche para moverme por la capital del estado. No recuerdo la última vez que usé el coche sin mi móvil.
Ojo, no es que lleve el móvil en la mano mirando Instagram: o bien lo conecto al sistema de infoentretenimiento del vehículo o en el soporte para que me guía con el navegador GPS de turno y otras apps para entretenerme como Spotify o Audible. Hace un par de semanas mi móvil se apagó en medio de la M-30 y descubrí una realidad amarga: pensaba que usaba mi móvil para guiarme, pero había delegado lo esencial.
Con Google Maps las señales se vuelven invisibles
Cuando era pequeña mi padre se estudiaba en un mapa el camino para ir a Peñíscola y ahora ya no hay esa necesidad, pones Google Maps, te limitas a seguir las indicaciones y listo. Pero los navegadores dan otra mucha información: el límite de la velocidad de la vía, si hay o no radares, atascos y retenciones o hasta si hay obras. Datos que nos hacen perezosos.
Conducir es mucho más que poner arrancar el coche y cambiar de marchas (si las tiene): implica mirar lo que nos rodea y atender las señales teniendo en mente lo aprendido en la autoescuela. Pero claro, si Google Maps te chiva que la velocidad de la vía es de 90, ya no prestas demasiada atención a la señal que te lo indica. Las señales se vuelven invisibles. Y ojo, porque es sorprendente la cantidad de veces que los navegadores indican una velocidad que no es la que marca la señal.
Así que ahí estaba yo, en medio de la M-30 queriendo ir del centro a Alcobendas por primera vez desprovista de móvil. Acostumbrada como estoy a tirar de Google Maps para que me diga que la salida buena es la que está dentro de 7 kilómetros a la derecha, tuve que hacer ese ejercicio de levantar la cabeza para constatar que había numerosas señales que avanzaban la dirección de la A1 para ir moviéndome hacia ese carril. Pensar y no limitarme a leer una pantalla y actuar.
La vieja y recomendable práctica de prestar atención. En un viaje en taxi el profesional me habló cómo era eso de conducir en los tiempos sin móvil y como forastera, cómo no perderse en la M-30 con algunos trucos que me salvaron: la M-30 rodea Madrid y de ella salen las principales autovías del estado en orden de las agujas del reloj: del norte de la A-1 a Burgos a la A-2 de Zaragoza y Barcelona... y así sucesivamente hasta la A-6 de A Coruña. O que la A-42 está entre la A-4 y la A-5. Básicos que mi padre, que no ha estado ni 10 veces en Madrid en toda su vida, conoce de sobra.
Después de mi experiencia me he propuesto algo que me da un poco de vergüenza reconocer: no usar el móvil para ciertos trayectos para no oxidarme. Al fin y al cabo, paradójicamente quienes usan apps como Google Maps o Waze son más propensos a recibir multas pese a tener a mano avisadores de radares simple y llanamente por el exceso de confianza. Pero podría ser peor: al menos recuerdo bien los límites de velocidad y el significado de las señales.
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Portada | Foto de Priscilla Du Preez 🇨🇦 en Unsplash
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La noticia
Mi iPhone murió mientras iba de viaje en coche y descubrí que conducir sin móvil debería ser obligatorio de vez en cuando
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Eva R. de Luis
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